domingo, abril 30, 2006

Zidane, el número 5

Ahora que ha anunciado su retirada cuando finalice el Mundial, ahora que sabemos que nos queda muy poco de disfrutar de su juego, ahora podemos decirlo: Zinedine Zidane entra en el club de los elegidos, de los míticos. Zidane se convierte en uno más de los tradicionalmente considerados como mejores jugadores del mundo, a saber: Pelé, Di Stéfano, Cruyff y Maradona. Ahora podemos saber por qué Zizou eligió el número 5 para jugar en el Real Madrid. Fue un guiño a la Historia, un desafío al club de los elegidos para que lo tuvieran en cuenta y le abrieran la puerta. Pareció decirles: "yo soy el quinto, me marcaré este número y así llegaré al Olimpo". Ahora sí, Zidane es el quinto Beatle, el quinto jinete del Apocalipsis, el quinto elemento, la quinta estación del año, el quinto mosquetero.
El secreto de Zidane siempre ha estado en la humildad. El mago francés jamás ha olvidado sus orígenes, cuando de niño jugaba en una pequeña plaza muy cercana a su casa, en el modesto barrio marsellés de La Castellane. A su madre no le gustaba mucho la idea, sobre todo porque el pequeño Yahid siempre estaba con muchachos mayores que él. Pero le permitía estar en la calle ya que el balcón de la vivienda de los Zidane daba a la plaza convertida en campo de juegos. Allí los chicos jugaban al futbol o montaban en bici. Zizou siempre optó por el balón, influido sin duda por su tío Djamel, que fue futbolista en Argelia y representó al país magrebí en el Mundial de España 82. Djamel Zidane era un fino mediapunta, estilete junto a Madjer y Belloumi de aquel conjunto que sorprendió a todos en aquella cita, de la que quedó eliminado por una sonrrojante componenda entre alemanes y austriacos. El tío de Zizou fue titular en la llamativa victoria de Argelia ante Alemania (2-1) en El Molinón y también en la derrota frente a Austria (2-0) en el Carlos Tartiere.
Zizou tenía 10 años cuando su tío probó la experiencia mundialista. Poco podía imaginarse que vengaría y de qué manera la afrenta a la familia, aunque con una camiseta, un escudo y una bandera diferentes. Zinedine Zidane seguía jugando con chicos mayores que él. Quizá por eso fue capaz de dar el salto a un equipo como el Cannes cuando tenía sólo 14 años, de la mano de Luis Fernández, que había compartido la participación en España 82 con Djamel Zidane. En aquella ocasión, tuvo que contar con el permiso de sus padres, que veían con cierto recelo el giro que estaba dando la vida de su hijo.
Su progresión a partir de ahí es bien conocida, con un importante punto de inflexión. Zidane comienza en el verano de 1995 su cuarta temporada en las filas del Girondins de Burdeos, un equipo que busca por entonces reverdecer viejos laureles. El club busca estar en competición Europea y se inscribe en la Intertoto, en unos años en los que este atajo es descartado por equipos españoles e italianos, que la consideran casi humillante. Y de la Intertoto a la final de la Copa de la UEFA, con un equipo en el que, además de Zidane, destacan el lateral izquierdo Lizarazu y el delantero centro Dugarry. Ellos contribuirán a dar la gloria a Francia tres años después, en su Mundial. En esa final cayeron frente al Bayern de Munich pero abrieron un escaparate a Europa y al mundo.
Capaz de pases inverosímiles, controles imposibles, goles espectaculares... Zidane siempre vio la jugada algo más de un segundo antes que sus rivales (incluso, a veces, antes que sus compañeros). Por eso pienso que nunca olvidó sus origenes en La Castellane, cuando se veía obligado a mirar a todas partes, a hacer la última jugada antes de que su madre le llamara para subir a casa, para ganarse el respeto de los mayores. Zidane supo cuadrar el destino. Comenzó en La Castellane y va a terminar en la Castellana. Tuvo sus primeras nociones de un Mundial con la eliminación de su tío en 1982 y le vengó 16 años después.
Y sobre todo, cuadró un palmarés imponente. Un Mundial, una Eurocopa, una Copa de Europa, dos Supercopas de Europa, dos Intercontinentales. En el plano personal, un balón de oro y tres premios FIFA World Player.
La magia de Zidane, algo difuminada en los últimos meses por la decadencia de su físico, se apaga. Como sabio del fútbol, ha elegido el momento oportuno para marcharse. Desaparecerá la figura del bailarín hecho futbolista, la imagen del jugador con frac, pajarita y chistera. Pero no la olvidaremos. Un día después de su retirada definitiva, Zidane pasará al Olimpo de los Grandes. Ya será uno de ellos.

lunes, abril 24, 2006

La dictadura de Martínez

Hace unos días anunció su retirada la tenista Conchita Martínez. La noticia me causó una gran lástima, principalmente por dos motivos. En primer lugar, se marcha una de las deportistas españolas más importantes de todos los tiempos, con un notable palmarés adornado por un torneo de Wimbledon, cinco títulos de Copa Federación (el equivalente femenino de la Copa Davis), varias medallas olímpicas, etc.
Sin embargo, el historial se me antoja demasiado corto para lo que pudo llegar a ser Conchita. Ahí radica el segundo motivo por el que su retirada me apenó. Durante algunos años, Martínez fue la tenista con más clase de su generación, por encima de las Graf, Seles, Davenport y, por supuesto, Arantxa Sánchez Vicario. Su drive era inigualable, potente y ajustado, y su estilo de juego, elegante como el que más. Cuando Conchita Martínez estaba a gusto en la pista, uno se podía quedar embobado viendo el espectáculo que daba.
Pero a Martínez siempre le perdió la cabeza. Se fue de muchos de esos partidos en los que estaba bordando el tenis antes de tiempo por el más mínimo detalle: un error de los jueces de línea, una leve distracción, un golpe que no sale, un error no forzado... quién sabe lo que pasaba por aquella cabeza. Con un carácter más sólido, más sereno, Conchita hubiera impuesto una auténtica dictadura en el tenis femenino. En todas las pistas, sobre todas las superficies.
Por eso encontré un doble motivo para entristecerme por el adiós de Conchita. Su carácter también llevó a los medios de comunicación a desentenderse de ella y prestar más atención a Arantxa, mucho más mediática, con mayor confianza en sí misma. Los medios sólo se centraron en Conchita cuando hubo asuntos extradeportivos por medio: su extraña relación con Eric Van Harpen, quien fuera su entrenador durante muchos años (se llegó a decir que la maltrataba), los rumores sobre una supuesta relación amorosa con la tenista puertorriqueña Gigi Fernández, los "piques" con Arantxa que la hicieron aún más impopular.
El otro día pudo retirarse la más grande. Pero sólo lo hizo una de nuestras mejores tenistas, tras Virginia Ruano y Arantxa Sánchez, por este orden. La diferencia entre ambos puntos está en la cabeza porque sería de necios pensar que al tenis se juega sólo con los brazos y las piernas.

miércoles, abril 19, 2006

Cuando el mayor rival es uno mismo

El F.C.Barcelona lo ha logrado: se ha quedado sin rivales. Hace ya tiempo que en España sólo se puede soñar con alcanzar el juego y la efectividad del conjunto azulgrana. Por lo demostrado hoy en Milán y, en general, durante toda la temporada, el Barça tampoco cuenta con un adversario capaz de hacerle frente en Europa. Es cierto que resta el partido de vuelta contra uno de los más grandes del Viejo Continente pero lo que se pudo ver sobre el césped del Giuseppe Meazza no sólo fue un Barça superior sino, en ocasiones, hasta sobrado, hasta con el freno de mano activado. Y eso, tratándose de unas semifinales de Champions y con el Milán enfrente, es decir mucho.
Los culés han llegado al punto donde el enemigo más fuerte que tienen se llama F.C.Barcelona. Ahora es el momento de mantener la concentración, por difícil que parezca, y seguir adelante, con el mismo paso, sin bajar la guardia. Cuando uno mira hacia atrás y no ve a los perseguidores inevitablemente se relaja. Este es el único paso que le queda al Barcelona para hacer historia y lograr su segunda Copa de Europa. Y el enemigo es difícil, entre otras cuestiones porque lleva la misma camiseta y tiene las mismas caras.
El Barcelona ha actuado hoy como el corredor de 100 metros lisos, que en las series previas a la final se deja ir en los últimos metros, cuando tiene la clasificación asegurada, con un doble propósito: ahorrar energías y ocultar a los rivales su verdadero estado de forma, evitando establecer una marca de referencia. Ni siquiera hay margen para el error. En el terreno de juego, el Barça se sitúa tan bien que siempre parece que tiene más futbolistas que el rival, lo que no impide que se despliegue con una velocidad endemoniada en las contras. Además, enfrente tiene a un conjunto que acusa el paso del tiempo. El Barça salió ganando cuando logró evitar al Olympique de Lyon, hoy por hoy el único conjunto que puede equipararse al azulgrana en el plano físico.
El máximo peligro ahora es el exceso de confianza y las excentricidades que suelen cometer algunos cuando se ven en lo alto. Si Laporta continúa haciendo guiños a la política en nombre del club y lleva a cabo locuras como el alquiler de Samuel Eto'o a un equipo saudí en plena temporada podría ser el principio del fin, como sucedió en el Real Madrid cuando Florentino Pérez comenzó a tocar teclas sensibles de la nave creyendo que ésta jamás se estrellaría. De lo contrario, veinte años después de la gran decepción de Sevilla frente al Steaua de Bucarest, el Barça dará una alegría a los suyos. La diferencia es que aquel equipo estaba cerrando un capítulo glorioso y éste se encuentra en los albores de otro que promete ser aún mejor.

lunes, abril 17, 2006

La Copa de Tamudo y César

La final de la Copa del Rey, grandiosa, bonita y espectacular como siempre, confirmó que este torneo es peculiar, diferente del resto. Una aventura caprichosa, traicionera, que puede acarrear más de un disgusto pero cuyo triunfo sabe a gloria.
La Copa tiene sus elegidos y también sus defenestrados. Sostiene a unos en la gloria y condena a otros a los infiernos. Fue el primer peldaño para que la carrera de un joven entrenador como Víctor Fernández sufriera una espectacular evolución. Primero hizo al Zaragoza campeón de Copa y después, de la Recopa, con aquel gol desde el centro del campo de Nayim a Seaman en el viejo Parque de los Príncipes de París. La Copa terminó de encumbrar a Samuel Eto'o, que no sólo la ganó con el Mallorca sino que fue el mejor de aquella final de Elche frente a un descendido Recreativo de Huelva. El centenario torneo ya le había hecho un guiño al equipo balear unos cuantos años antes, cuando estaba liderado por un jovencísimo Miguel Angel Nadal. El denominado torneo del K.O. mantiene una especial relación con los porteros. Hizo héroes a Esnaola y García Remón en sendas tandas de penalties.
Por eso, el miércoles fue la Copa de Tamudo, futbolista al que este trofeo siempre le tiene preparado un guiño especial. En una jugada de picardía, inició el triunfo del Español en 2000 frente al Atlético de Madrid, que posteriormente remataría el hoy deportivista Sergio. El miércoles, los periquitos hicieron pedazos los planes de Víctor Muñoz en 90 segundos y el culpable volvió a ser Tamudo.
Pero ya dijimos que la Copa también es caprichosa y traicionera. La jugada de la final de 2000, disputada en Mestalla, fue a costa de la desgracia de Toni Jiménez, que a causa de estas cosas del fútbol, es más recordado por ese error que por la medalla de oro olímpica en Barcelona 92, cuando por entonces defendía los colores de la U.E.Figueras.
El primer gol del pasado miércoles se debió a una intervención no demasiado afortunada de César Sánchez, un auténtico maldito de la Copa. Tres finales, tres derrotas. A la primera llegaba tras arrebatarle la titularidad en el Real Madrid a Iker Casillas. Un gol bajo piernas de Sergio, ya con la camiseta del Deportivo de La Coruña (otro futbolista que debe mucho a la Copa), comenzó a enterrar a los blancos y, de paso, al arquero extremeño. Dos años después, César llegaba a la final contra el Zaragoza en Montjuic ya como portero suplente. El gol decisivo del hoy colchonero Galetti, tras un disparo lejano en la prórroga, le acarreó numerosas críticas a César. Avatares del destino, César fue a parar a aquel equipo que le dejó por segunda vez con la miel en los labios; ironías de la vida, él mismo comenzó a perder la final del miércoles con el despeje de un lanzamiento de falta de Iván de la Peña que nunca debió poner en el terreno de juego.
La Copa sólo tuvo clemencia con César al ahorrarle unos cuantos minutos con su expulsión. Así es el torneo del K.O. Te hace héroe o villano. Sólo para valientes. Quizá por eso, algunos tratan de devaluarla, por desgracia, con algún éxito.

lunes, abril 10, 2006

El castigo

Si a la salida del Bernabéu se hubiera informado a los aficionados de que los futbolistas del Real Madrid tenían unas minivacaciones de dos días y medio, la mayoría habría reaccionado diciendo que no las merecen, que entrenan poco y que, si por ellos fuera, se las quitarían. Se conoce que este pensamiento también atravesó la cabeza del presidente madridista, Fernando Martín; y también se ve que hizo alguna que otra consultilla a la almohada porque el "castigo" finalmente se quedó en nada o casi nada. En cualquier caso, el presidente jamás se puede comportar como si fuera un aficionado más. Para eso ocupa ese cargo.
Que en este Real Madrid no funciona el discurso de la mano dura es tan obvio como lo que se escribió en este blog hace pocas fechas: el equipo no va a luchar por ser segundo. Martín puede reunirles todos los días, pedirles unión y compromiso cada quince minutos o poner velas al santo del que sea devoto (ahora que se acercan fechas señaladas). El destino del Madrid para la próxima temporada está en manos de futbolistas que no cuentan en la actualidad con ningún estímulo (lo dijo el propio Julio Baptista a la conclusión del partido frente a la Real Sociedad). Y contra eso no hay mucho que hacer.
También se me ocurre que si al equipo se le pretende castigar con un entrenamiento quiere decir que no trabajan demasiado. No hay que ser Sherlock Holmes para deducir que si el castigo consiste en entrenar el domingo quiere decir que para ese día no hay tajo programado. ¿Por qué? La mayoría de conjuntos que juegan el sábado entrenan al día siguiente, aunque sea uno de los llamados "entrenamientos de recuperación". Tampoco hay que hilar muy fino para darse cuenta de que las continuas lesiones musculares de Ronaldo tienen que ver con la falta de trabajo del brasileño, que no soporta dos sprints seguidos sin romperse.
En fin. Recuerdo que cuando estudiaba para sacarme el carnet de conducir y me dieron nociones sobre cómo actuar en caso de tener que auxiliar en un accidente, una de las consignas era no tocar al herido hasta que llegara el personal sanitario. "En tu buena intención de echarle una mano podrías causarle más daños de los que ya se ha hecho con el golpe", me dijeron. La misma premisa aplicaría al caso del Real Madrid. Ahora, lo mejor es dejarlo hasta que llegue el personal autorizado. Porque cada intento de restablecer la situación sólo empeora las cosas.
A mediados de abril se puede hacer muy poco. Quizá, sólo rezar. Que los castigos lleguen en esta fecha es casi para tomárselo a chufla.

sábado, abril 08, 2006

Síntomas de debilidad

Durante los últimos días, en medio de la vorágine de noticias, declaraciones y comparecencias ante la prensa que rodean a las jornadas de Liga de Campeones, dos futbolistas del Real Madrid, Guti y Mejía, mostraron su preferencia por que el F.C.Barcelona perdiera en su eliminatoria contra el Benfica. El centrocampista afirmó que le gustaría que el Barça "perdiera siempre" mientras que el defensa optó al principio por la prudencia para después concluir: "prefiero que pierda".
Admito que no comparto ni en ocasiones entiendo los sentimientos en contra de un determinado equipo. En una palabra, no entiendo a los "anti". En muchas ocasiones he oido, por ejemplo, que para ser del Atlético de Madrid hay que ser "antimadridista". Pues, francamente, esa aseveración me parece una falta de respeto al propio club colchonero. Parte de los males de un equipo pasan por que la afición esté más pendiente de lo que hace el vecino que de las actuaciones de la escuadra a la que apoyan.
Sin embargo, me parece más inconcebible cuando este tipo de sentimiento anida en los futbolistas, en los profesionales. Y no puedo evitar pensar que se trata de todo un síntoma de debilidad. Hace unas temporadas, cuando el Real Madrid ganaba títulos y caminaba con paso firme por las competiciones que disputaba, los jugadores evitaban pronunciarse sobre el eterno rival. Ante las mismas preguntas de los periodistas, respondían con palabras como "nosotros tenemos que estar a lo nuestro", "en los demás no nos fijamos", etc. No sé si Guti y Mejía buscaban con sus declaraciones acercarse más a un público enfadado con sus futbolistas por tres años consecutivos sin títulos. Si ha sido así, el intento habrá sido baldío porque al respetable no se le convence de esta forma.
El presidente del Barça, Joan Laporta, ha dicho recientemente que si el Real Madrid no existiera habría que inventarlo. Una prueba más de que Real y Barcelona se necesitan mutuamente. Pero a estas alturas conviene no olvidar los tiempos en que Joan Gaspart ocupaba el puesto de Laporta y deseaba todo tipo de males a su eterno rival. Entonces el Real Madrid estaba arriba y el Barça atravesaba una gran crisis. Florentino Pérez, por entonces presidente merengue, dijo de Gaspart que era un gran presidente y Gaspart reaccionó diciendo: "yo no quiero que diga que soy un gran presidente; hubiera preferido que dijera que soy un cabrón". Con el paso del tiempo es sencillo concluir que esas palabras no eran sino todo un síntoma de debilidad e impotencia. Dejemos avanzar el calendario y veamos que pensamos de los comentarios de Guti y Mejía.

domingo, abril 02, 2006

Carta a Juanito

Hola Juan:

Te escribo porque hoy hace 14 años que no estás con nosotros, que es ya un tiempo largo, y aunque no lo creas el vacío que dejaste sigue sin llenarse. Algo debías tener muy adentro, como las personas especiales. Quizá por eso te marchaste tan pronto.
Me supongo que sabrás que el Real Madrid, o lo que es lo mismo, tu vida, no atraviesa por su mejor momento. Se encuentra en una de esas malditas transiciones en las que parece que todos los cimientos del club se van a venir abajo. Algo sabes tú de eso. Me da la impresión de que si estuvieras entre nosotros los últimos años no te hubieran gustado demasiado, aunque siempre hubieras defendido a tu Madrid.
También habrá llegado a tus oidos que el día que el equipo perdió en Copa 6-1 en Zaragoza, Iker Casillas, que era un crío de 6 o 7 años cuando tú decidiste retirarte del Madrid y que todavía no había nacido cuando te dieron el botellazo en el pequeño Maracaná de Belgrado, dijo que para el partido de vuelta había que "apelar al espíritu de Juanito". Esa es la huella que has dejado en ese vestuario, que ni el paso del tiempo ni de tantas figuras estelares se ha llevado. En el minuto 7 de cada partido en el Bernabéu surge el cántico de "illa, illa, illa, Juanito maravilla". Y cuando la afición protesta por la falta de entrega de los futbolistas gritan: "once Juanitos, queremos once Juanitos".
Y han pasado 14 años. Aquella noche infernal, aquella noche que jamás debió existir, que muchos hubiéramos borrado del calendario. Cómo no, estaba el Madrid por medio. Te viniste a Madrid desde Mérida, donde trabajabas como entrenador del equipo de la ciudad, para ver al Real, a tu Real, en competición europea frente al Torino. Al acabar el partido, vuelta a Extremadura porque al día siguiente había entrenamiento. La maldita N-V y aquel camión lleno de troncos. Cuentan que ibas dormido en el asiento del copiloto, que ni te diste cuenta. Que comenzaste un sueño que se convirtió en eterno. ¡Quién sabe lo que estarías soñando esa noche! Seguro que algo bonito, que te convertías en entrenador del Real Madrid. Te diré una cosa, Juan: ese banquillo todavía te está esperando, desde entonces, porque está diseñado para ti. Escribió Jorge Valdano en el diario Marca, con motivo del homenaje que te tributó el club dos años después de tu muerte: "Me da pudor contarte que soy el nuevo entrenador del Real Madrid porque es como si te hubiera robado un sueño. ¿O me lo regalaste? No me extraña, si el corazón es lo único que tienes más grande que la cabeza".
Sabemos que en el vestuario te llamaban "cabezón". Y lo eras. Te empeñaste, no sé por qué, en ser malo sólo contigo. Porque la otra aseveración de Valdano también es cierta: tu corazón era enorme, no podías ver a nadie pasarlo mal a tu lado. Quizá por eso, atravesaste apuros económicos en algunas ocasiones. Quizá por eso, justo antes de contratarte el Mérida, cenabas un vaso de leche y una magdalena porque no tenías otra cosa, según el testimonio de José María García.
Sí, García, ¿te acuerdas? Cómo no te vas a acordar. Quince centímetros más y el botellazo a Juanito en Belgrado se hubiera convertido en el botellazo a García, que corría a tu lado enfundado en su célebre uniforme de color butano para recoger tus primeras impresiones. Ese García que también te entrevistó, ya desde un estudio, el día que dejaste la camiseta del Madrid y tus compañeros te levantaron en hombros. Como los toreros, como lo que eras tú. Te pusiste a llorar como un niño, diciendo que no lo merecías, que ni siquiera eras alguien de Madrid ni criado en esa cantera. Entre sollozos, sólo acertaste a decir: "es que esto es la hostia, Jose".
La afición también recuerda muchas de tus chiquilladas. En el fondo, nunca dejaste de ser un niño. Cómo olvidarse de tu cara, de chico arrepentido, sin apenas alzar los ojos, en una entrevista que los compañeros de TVE te hicieron en el Olímpico de Munich, tras el famoso partido en el que le pisaste la cara a Matthäus. Pedías perdón a la afición, a los compañeros por haberles dejado con uno menos. Como un niño, sólo después de hacer las travesuras te dabas cuenta de que aquello no estaba bien. Por eso te pusiste de rodillas delante de Andújar Oliver, para que no te expulsara. El club te lo había avisado: ni una roja más por protestar. Pero no podías ver a tus compañeros sufriendo. El día del pisotón a Matthäus, el centrocampista alemán acababa de hacer una entrada muy fea a Gallego. Chendo se lo recriminó empujándole y tirándole al suelo y tú le pisoteaste. Con Andújar discutías porque no dejaba que entraran las asistencias para atender a Pineda, que había tenido un fuerte encontronazo con Andoni Cedrún. Estoy seguro de que si las entradas de Matthäus y Cedrún te las hacen a ti, no hubieras sido expulsado en ninguno de los dos casos. Tú sólo fuiste malo contigo. Por cierto, Matthäus quedó consternado por tu muerte y dijo que si el Madrid te hacía un homenaje, él quería estar presente.
Y por encima de todo ello tu entrega, tu pundonor y tu garra. Tu sentimiento por unos colores, por una camiseta, por un escudo. Estuviste en aquellas grandes remontadas europeas recordadas hace poco por la fallida de Copa ante el Zaragoza. Fue en ellas donde surgió tu mítica frase de "en el Bernabéu, noventa minutis son molto longos". Muy longos, sobre todo para el rival. Si por algo recordamos la eliminatoria de la UEFA ante el Borussia Mönchengladbach es por tu carrera de banda a banda, dando saltos de alegría, con el puño en alto, arropado por 110.000 pares de manos batidas en aplausos, para ser sustituido, con el tiempo cumplido, una vez lograda la proeza de remontar un 5-1 a un equipo alemán.
Una de esas debería haber sido tu última imagen. No una tarde lluviosa en tu natal Fuengirola, rodeado de 50.000 personas que te dieron el último adiós. No un cuadro con tus compañeros llorosos portando el féretro. No una cara como la de Rafael Gordillo, siempre llena de alegría, con ojillos vivarachos, y que aquella tarde estaban hundidos, perdidos, mirando a ningún sitio. Conozco a algún joven madridista que con el carnet de conducir recién sacado abrió la puerta de su casa en Madrid y cuando sus padres le preguntaron: "¿a dónde vas?", respondió: "a Fuengirola, al entierro de Juanito". A aquella buena gente le costó un disgusto retener al chaval en el domicilio.
Hace unos años hicieron un montaje en Telemadrid con las imágenes del entierro y, de fondo, una canción que Alberto Cortez compuso cuando murió su padre. Un tema que comienza: "Cuando un amigo se va/ queda un espacio vacío/ que no lo puede llenar/ la llegada de otro amigo". Lo que te decía al principio. No hay quien llene el enorme hueco que dejaste.
Tú no eras un santo, que quede claro. Por eso tiene mucho más mérito haber dejado tras de ti esa estela.
Bueno Juan, me voy despidiendo porque casi no puedo ver ya la pantalla. Siempre me pasa lo mismo cuando recuerdo cosas tuyas. Será porque soy muy blando. O porque aún te sigo esperando, a sabiendas de que ya no vas a volver.

Un fuerte abrazo.