Toda la vida estaré agredecido a las personas que, de una forma o de otra, me hicieron sentir pasión por el ciclismo. Uno de ellos, de los primeros además, se acaba de marchar penosamente: Laurent Fignon. No es cuestión de poner paños calientes ahora, cuando no está. Como la mayoría, desprecié al francés aquel 22 de julio de 1989, cuando escupió a una cámara de TVE. Tampoco me gustaron algunas de sus actitudes, un tanto soberbias y propias de un personaje endiosado. Pero sí, él fue uno de los primeros que hizo que me embobara delante de la pantalla del televisor cuando el ciclismo se asomaba a ella.
En mis primeros recuerdos aparece con fuerza una melena rubia al viento coronada por una cinta blanca adornada con los antiguos colores de la Renault, amarillo y negro. El panorama se completaba con unas gafas cuyos cristales parecían hacer forzoso equilibrio sobre lo que parecían meros alambres (que le valieron el apodo de "el profesor"). Era diferente, ningún ciclista llevaba algo así.
Lo descubrió Cyrille Guimard, el Echávarri francés (o Echávarri sería el Guimard español). Con 23 años lo llevó por primera vez a un Tour de Francia, lo que en aquellos tiempos, e incluso en éstos, puede ser calificado como una imprudencia. Además, Fignon llevaba sobre sus hombros el cometido de suplir la baja por lesión de un tal Bernard Hinault, que llevaba ya cuatro triunfos absolutos en la ronda gala y llamaba a las puertas de un Olimpo habitado por entonces sólo por Anquetil y Merckx. Fignon ganó ese su primer Tour y también el segundo, en el que sí participó Hinault y, además, no como compañero sino como rival, tentado por los francos de Bernard Tapie y su invento de La Vie Claire, que se llevó a media escuadra de la Renault. La fidelidad de Fignon a Guimard resultó de lo más rentable para los dos.
Por entonces, lo único que no entendía era por qué los comentaristas se empeñaban en referirse a él diciendo algo así como 'logán fiñón' cuando después su nombre se escribía 'Laurent'. "Los franceses pronuncian así", me aclaraba mi padre. En realidad daba lo mismo, logán o laurent o laurencio o lorenzo. Fignon fue uno de los últimos exponentes de un ciclismo de cuchillo entre los dientes, que dio paso posteriormente a otro de calculadora. En carrera, Fignon no conocía a nadie. Quizá sólo a Guimard pero en contadas ocasiones. El genio actuaba por libre muchas veces. No me lo imaginaría en estos tiempos, con los auriculares. Lo más probable es que los de Fignon se fueran a buscar el primer barranco por el que pasara la carrera.
Las lesiones le impidieron tener continuidad. Aún así, firmó un podio en la Vuelta del 87 (que concluyó tercero tras Lucho Herrera y Raymond Dietzen) y preparó la temporada de 1989, la que hubiera consagrado para siempre su carrera como ciclista. Aquel año ganó el Giro de Italia con cierta comodida al americano Hampsteen, el rival a batir porque había vencido el año anterior, y encaraba el Tour de la mejor manera posible. Su divorcio con España y su afición, que ya había tenido algunos capítulos, iba a alcanzar su punto álgido en aquella ronda francesa.
El Tour del 89 fue el que comenzó con Pedro Delgado, vencedor de la anterior edición, llegando tarde a la salida del prólogo de Luxemburgo. Fignon, en actitud provocadora, dio a la prensa gala su lista de favoritos para ganar la carrera, en la que no estaba incluido el segoviano. "¿Y Delgado?", inquirieron los periodistas galos. "Delgado no cuenta, ya ha perdido el Tour". La expresión soliviantó a la afición española, que siempre tuvo una especial predilección por Perico, incluso en la época de esplendor de Indurain. En el fondo, Delgado fue, como Fignon, de los del cuchillo entre los dientes e Indurain, de los de la calculadora (aunque con muchos matices).
Aquel Tour contempló en la montañas ataques a la desesperada de Perico tratando de enmendar su error, mientras que por detrás, la guerra era entre Fignon y Lemond. El americano (lugarteniente de Hinault en La Vie Claire y vencedor del Tour en 1996) volvía a una gran competición tras un accidente de caza que le afectó a la zona renal y que estuvo a punto de dejarle impedido. Acudía en las filas del modesto ADR, es decir, sin equipo.
Desde la quinta etapa, Lemond y Fignon se arrebataban mutuamente el maillot amarillo con una preciosa alternancia, con la que creyó acabar Fignon en el paso de los Alpes. El galo le quitó el amarillo a Lemond en L'Alpe d'Huez y lo ratificó al día siguiente con un espectacular triunfo de etapa en Villard de Lans, donde Delgado enterró las pocas fuerzas que le quedaban. El esfuerzo final de Lemond hizo que la diferencia con Fignon quedara en sólo 50 segundos, a la espera de la contrarreloj de París. Aquel año, los franceses decidieron que el tradicional paseo triunfal por los Campos Elíseos se transformara en una crono de 24 kilómetros, para darle emoción al asunto. Ni el que lo pensó imaginó un final así. Tanto, que no se les ha vuelto a ocurrir.
Si ya de por sí la tensión era máxima, hubo una serie de factores que hicieron el clima prácticamente irrespirable. El primero, que el paso de Fignon por los Alpes le dejó un ramillete de alegrías pero un recuerdo fatal en forma de forúnculo cuya evolución en los siguientes días no fue precisamente positiva. El segundo, que los rumores sobre un posible dopaje comenzaron a circular con velocidad. Fignon había sido sorprendido en un control dos años antes.
Es entonces cuando llega el célebre episodio con TVE. El redactor Rafael Recio y un cámara abordan a Fignon a la llegada del tren de alta velocidad que ha trasladado a los ciclistas a París para la disputa de la última etapa. Fignon no responde a los llamamientos de los periodistas y cuando al fin se acerca y parece que va a decir algo escupe al centro del objetivo. Demasiada tensión y demasiado mal canalizada. Al día siguiente, Fignon pierde el Tour por ocho segundos.
Pero no sólo ese Tour se le fue en los 24 kilómetros que separan Versalles de París. También se marchó la ilusión por hacer cosas grandes. Y la confianza en su mentor y descubridor, al que dejó para fichar por los italianos de Gatorade. Un refuerzo para Gianni Bugno, al que poco reforzó.
De aquella época, recordamos la contrarreloj de Luxemburgo, en la que Indurain destrozó a todos sus rivales (el segundo llegó a tres minutos). En los últimos metros, el navarro dobló a Fignon, que había salido seis minutos antes. Al día siguiente, L'Equipe (la Biblia del Tour), abre con una fotografía de Indurain en pleno esfuerzo y Fignon, ya rebasado, tratando en vano de seguirle. "No sé lo que ocurrió, de repente vi pasar a un misil", declaró Fignon al término de la prueba. Fue su primera aportación al periodismo (después ha ejercido como comentarista televisivo casi hasta el final) porque L'Equipe tituló en portada: "El misil Indurain".
Fue su epitafio deportivo, junto con una etapa en ese Tour, su último triunfo. Merci Laurent, por todo... lo de la carretera. Ya sabes a lo que me refiero.
martes, agosto 31, 2010
lunes, agosto 30, 2010
¡Auto-ges-tión!
Me preocupa el equipo nacional de baloncesto. No descubro nada si digo que es uno de los activos con más peso en la actual edad de oro que vive y disfruta el deporte español. El tiempo pasa para todos y parece que fue ayer pero el grueso de este bloque, que todavía permanece en activo, lleva diez largos años en la brecha. Y esto no quiere decir otra cosa que, con las leyes naturales en la mano, estamos mucho más cerca de su final que de su comienzo. Es decir, que las oportunidades que resten para hacer grandes cosas hay que aprovecharlas porque no serán demasiadas.
Sería mucho más fácil (y ventajista y oportunista) escribir después de la muy dolorosa derrota contra Francia del sábado. Por eso lo hago tras el cómodo triunfo ante Nueva Zelanda del domingo. El traspié del partido inaugural del Campeonato del Mundo no es grave por el signo negativo del resultado sino porque España cayó ante un equipo netamente inferior y que durante el encuentro ni siquiera mostró sus mejores prestaciones. Y, sobre todo, porque la principal arma del equipo nacional durante estos años, que ha sido ser un equipo (por encima de contar con los mejores jugadores FIBA y uno de los mejores de la NBA), saltó por los aires. De un plumazo se esfumó algo que tanto costó pergeñar.
Irremediablemente, viene al recuerdo el inicio del Europeo del año pasado, en el que se tocó fondo con la derrota al inicio de la segunda fase frente a Turquía. Ya no había más margen para el error. Llegó entonces la "rajada" de Marc Gasol en los micrófonos de La Sexta a pie de pista, la rueda de prensa del día siguiente con el capitán, el seleccionador y el presidente de la Federación para tratar de decir que todo iba bien(!). Y de repente, de la noche a la mañana, de un día para otro, el equipo fue otro. Mejor dicho, el equipo volvió a ser el equipo (lo otro era lo que se había visto hasta entonces, es decir, los despojos de lo que en su día había sido el mejor conjunto del mundo). Llegaron las victorias por aplastamiento a Grecia, a Francia, a Serbia en la final...
Y me cuesta horrores creer que aquello no se debiera a una decisión de los jugadores de pasar a la autogestión. De quitarse los grilletes impuestos por un seleccionador al que nadie quiere, que es un instrumento ideal para que el lamentable presidente de la Federación prosiga haciendo y deshaciendo a su antojo, negociando a costa del equipo nacional. Que nadie se engañe con el señor Sáez. No es sino otro cacique federativo apoltronado, figura común por desgracia en España. No deja de ser un Odriozola, un Villar, pero que ha tenido la enorme suerte de encontrarse con esta generación de jugadores. Un presidente que prescindió sin ningún problema del auténtico baluarte de este equipo, Pepu Hernández, porque no podía soportar dos aspectos: que todo el protagonismo recayera en la persona del seleccionador y que éste le afeara las maniobras que Sáez hacía con el equipo y que sólo iba en beneficio del bolsillo y en claro perjuicio del grupo. Scariolo es ideal para Sáez, trabaja en Rusia, muy lejos de aquí. Todo el terreno queda a disposición del cacique.
¿Alguien piensa que la decisión de Pau Gasol de no acudir al Mundial no tiene que ver con todo esto? La temporada en los Lakers ha sido muy dura; el año, intenso y difícil. Pero esto es un Campeonato del Mundo. El pasado ejercicio fue muy similar para Pau. Podría haber renunciado al Europeo (de menor fuste) después de no haber descansado en 2008 para acudir a la cita de los Juegos Olímpicos de Pekín. Pero el mayor de los Gasol no tiene ninguna gana de que se repita la escenita del año pasado. Y bien sabía que se iba a producir porque nada ha cambiado, el título logrado en Polonia fue la excusa perfecta para que todo siguiera al gusto de Saéz, aunque hubo evidencias muy claras de que no todo lo que allí sucedió fue perfecto. Ni siquiera aceptable.
El bueno de Pepu hizo celebérrima su expresión: "BA-LON-CES-TO". Ahora toca la de "AUTO-GES-TIÓN", aunque estoy seguro de que él no lo aprobaría, aunque no le afectara directamente. La ausencia de Calderón no sólo resta a la selección del concurso de uno de los mejores bases del mundo sino también de uno de los más capacitados para alzar la voz. Marc Gasol fue la avanzadilla el año pasado pero no le veo liderando la rebelión. El capitán, Juan Carlos Navarro, tipo válido donde los haya, está demasiado cerca de la Federación para hacerlo, aunque el domingo vi un rayo de esperanza cuando declaró que el equipo debería jugar con más alegría y desparpajo, como lo ha hecho siempre (con resultados difícilmente mejorables). Como los inicios contra Francia y, sobre todo, frente a Nueva Zelanda, que Scariolo se encargó de aplacar con continuos cambios, poniendo en pista a los menos expertos, probablemente los menos atrevidos a poner en entredicho sus métodos.
Espero que estas palabras formen parte del plato que más deseo comer en estos momentos. Incluso, a pesar de que un posible éxito encumbrará aún más a gente que no se lo merece.
Sería mucho más fácil (y ventajista y oportunista) escribir después de la muy dolorosa derrota contra Francia del sábado. Por eso lo hago tras el cómodo triunfo ante Nueva Zelanda del domingo. El traspié del partido inaugural del Campeonato del Mundo no es grave por el signo negativo del resultado sino porque España cayó ante un equipo netamente inferior y que durante el encuentro ni siquiera mostró sus mejores prestaciones. Y, sobre todo, porque la principal arma del equipo nacional durante estos años, que ha sido ser un equipo (por encima de contar con los mejores jugadores FIBA y uno de los mejores de la NBA), saltó por los aires. De un plumazo se esfumó algo que tanto costó pergeñar.
Irremediablemente, viene al recuerdo el inicio del Europeo del año pasado, en el que se tocó fondo con la derrota al inicio de la segunda fase frente a Turquía. Ya no había más margen para el error. Llegó entonces la "rajada" de Marc Gasol en los micrófonos de La Sexta a pie de pista, la rueda de prensa del día siguiente con el capitán, el seleccionador y el presidente de la Federación para tratar de decir que todo iba bien(!). Y de repente, de la noche a la mañana, de un día para otro, el equipo fue otro. Mejor dicho, el equipo volvió a ser el equipo (lo otro era lo que se había visto hasta entonces, es decir, los despojos de lo que en su día había sido el mejor conjunto del mundo). Llegaron las victorias por aplastamiento a Grecia, a Francia, a Serbia en la final...
Y me cuesta horrores creer que aquello no se debiera a una decisión de los jugadores de pasar a la autogestión. De quitarse los grilletes impuestos por un seleccionador al que nadie quiere, que es un instrumento ideal para que el lamentable presidente de la Federación prosiga haciendo y deshaciendo a su antojo, negociando a costa del equipo nacional. Que nadie se engañe con el señor Sáez. No es sino otro cacique federativo apoltronado, figura común por desgracia en España. No deja de ser un Odriozola, un Villar, pero que ha tenido la enorme suerte de encontrarse con esta generación de jugadores. Un presidente que prescindió sin ningún problema del auténtico baluarte de este equipo, Pepu Hernández, porque no podía soportar dos aspectos: que todo el protagonismo recayera en la persona del seleccionador y que éste le afeara las maniobras que Sáez hacía con el equipo y que sólo iba en beneficio del bolsillo y en claro perjuicio del grupo. Scariolo es ideal para Sáez, trabaja en Rusia, muy lejos de aquí. Todo el terreno queda a disposición del cacique.
¿Alguien piensa que la decisión de Pau Gasol de no acudir al Mundial no tiene que ver con todo esto? La temporada en los Lakers ha sido muy dura; el año, intenso y difícil. Pero esto es un Campeonato del Mundo. El pasado ejercicio fue muy similar para Pau. Podría haber renunciado al Europeo (de menor fuste) después de no haber descansado en 2008 para acudir a la cita de los Juegos Olímpicos de Pekín. Pero el mayor de los Gasol no tiene ninguna gana de que se repita la escenita del año pasado. Y bien sabía que se iba a producir porque nada ha cambiado, el título logrado en Polonia fue la excusa perfecta para que todo siguiera al gusto de Saéz, aunque hubo evidencias muy claras de que no todo lo que allí sucedió fue perfecto. Ni siquiera aceptable.
El bueno de Pepu hizo celebérrima su expresión: "BA-LON-CES-TO". Ahora toca la de "AUTO-GES-TIÓN", aunque estoy seguro de que él no lo aprobaría, aunque no le afectara directamente. La ausencia de Calderón no sólo resta a la selección del concurso de uno de los mejores bases del mundo sino también de uno de los más capacitados para alzar la voz. Marc Gasol fue la avanzadilla el año pasado pero no le veo liderando la rebelión. El capitán, Juan Carlos Navarro, tipo válido donde los haya, está demasiado cerca de la Federación para hacerlo, aunque el domingo vi un rayo de esperanza cuando declaró que el equipo debería jugar con más alegría y desparpajo, como lo ha hecho siempre (con resultados difícilmente mejorables). Como los inicios contra Francia y, sobre todo, frente a Nueva Zelanda, que Scariolo se encargó de aplacar con continuos cambios, poniendo en pista a los menos expertos, probablemente los menos atrevidos a poner en entredicho sus métodos.
Espero que estas palabras formen parte del plato que más deseo comer en estos momentos. Incluso, a pesar de que un posible éxito encumbrará aún más a gente que no se lo merece.
Los difíciles principios de Mourinho
Decíamos ayer...
Cualquier entrenador que asumiera el reto de llevar las riendas del Real Madrid a partir de este verano era un firme candidato al fracaso. Y más si, como en el caso de Mourinho, decide derribar directamente el edificio que estaba construido cuando llegó (con algunos cimientos bastante fuertes, otros no tanto) para levantar uno completamente nuevo, con su firma, sin tener que agradecer nada al antecesor. Una plantilla que acumula dos convulsos años consecutivos sin triunfos no es precisamente el grupo de trabajo más fácil para llevar a cabo una labor que se complica hasta límites insospechados (quizá inescrutados en el Real Madrid) cuando el máximo rival se encuentra en la mejor época de su larga historia.
En las próximas entradas desgranaremos lo que puede ser un año crucial para el club merengue, aunque acabe de nuevo sin títulos. Pero para ser el primer artículo tras un largo periodo de inactividad, me gustaría empezar por algo más suave, sobre todo por entretenido. Lo que a continuación aparecerá es un divertimento, una pieza asomada a una partitura tan agradecida como es la paradoja. No sirve para extraer conclusiones ni tampoco para llevar a cabo extrapolaciones con vistas al futuro. Pero quizá sí nos ofrece una pequeña pista sobre el método de Mourinho.
El técnico portugués tiene una especie de lucha intestina con sus estrenos oficiales en los diferentes banquillos que ha ocupado. Desde luego, para él no habrá sido ninguna sorpresa haber iniciado su andadura en el Real Madrid sin una victoria. Su primera experiencia fue la más amarga: debut con derrota. Se produjo cuando tomó las riendas del Benfica, en la temporada 2000-2001 con el campeonato luso en marcha tras la temprana destitución de Jupp Heynckes. Mourinho, quien tenía como central titular ese año a Carlos Marchena, cayó 1-0 frente al Boavista.
No fue mucho mejor el arranque de la siguiente campaña, en esta ocasión en el banquillo del Uniao Leiria. En la primera jornada, Mourinho contempló desde el banquillo un empate a cero frente al Sporting de Braga que, además, jugó una hora con un futbolista menos. En esta campaña 2001-2002, el técnico luso tuvo dos estrenos, pues a mitad de temporada tomó ya las riendas del Oporto. En ese primer partido logró que su equipo se impusiera al Marítimo de Funchal (2-1). Pero su particular maldición se reproduciría al año siguiente, el primero en el que dirigió al Oporto partiendo de cero. Aquel inicio de Superliga fue todo menos prometedor: empate a 2 en casa frente al modesto Os Belenenses, el conjunto del humilde y precioso barrio lisboeta de Belén. Y pudo ser peor. La igualada definitiva fue lograda por el lituano Edgaras Jankauskas, quien militó en la Real Sociedad, en el tiempo de descuento.
Quizá, el único estreno que le pudo dejar un buen sabor de boca fue el del Chelsea. El sorteo deparó para la primera jornada de la 2004-2005 en la Premier un auténtico bombazo: Chelsea-Manchester United. Pese a la dificultad, Mourinho tuvo, al fin, un brillante debut: victoria por 1-0 con gol de Gudjohnsen, posteriormente denostado en el F.C.Barcelona.
Para no perder la costumbre, sus dos siguientes puestas de largo en Liga le devolvieron a la senda de la incertidumbre. Génova contempló el pistoletazo de salida a su aventura italiana con un empate a 1 frente a la Sampdoria. El gol, de quién si no, de Ibrahimovic. Y en fin, otro empate ha adornado su primera pedalada en España.
Nunca es tiempo para la simplicidad. El resutado del Real Madrid en Palma no es, obviamente, ningún indicio de que Mourinho va tener en el club de Concha Espina los mismos éxitos que logró con sus anteriores escuadras. Pero también cuesta creer que esta serie de resultados coincidentes sea casual. Como tampoco lo es su insistencia en apuntar que la plenitud de sus equipos llega en la segunda temporada. El apremiante reloj no parece ser un enemigo desconocido para el portugués.
Cualquier entrenador que asumiera el reto de llevar las riendas del Real Madrid a partir de este verano era un firme candidato al fracaso. Y más si, como en el caso de Mourinho, decide derribar directamente el edificio que estaba construido cuando llegó (con algunos cimientos bastante fuertes, otros no tanto) para levantar uno completamente nuevo, con su firma, sin tener que agradecer nada al antecesor. Una plantilla que acumula dos convulsos años consecutivos sin triunfos no es precisamente el grupo de trabajo más fácil para llevar a cabo una labor que se complica hasta límites insospechados (quizá inescrutados en el Real Madrid) cuando el máximo rival se encuentra en la mejor época de su larga historia.
En las próximas entradas desgranaremos lo que puede ser un año crucial para el club merengue, aunque acabe de nuevo sin títulos. Pero para ser el primer artículo tras un largo periodo de inactividad, me gustaría empezar por algo más suave, sobre todo por entretenido. Lo que a continuación aparecerá es un divertimento, una pieza asomada a una partitura tan agradecida como es la paradoja. No sirve para extraer conclusiones ni tampoco para llevar a cabo extrapolaciones con vistas al futuro. Pero quizá sí nos ofrece una pequeña pista sobre el método de Mourinho.
El técnico portugués tiene una especie de lucha intestina con sus estrenos oficiales en los diferentes banquillos que ha ocupado. Desde luego, para él no habrá sido ninguna sorpresa haber iniciado su andadura en el Real Madrid sin una victoria. Su primera experiencia fue la más amarga: debut con derrota. Se produjo cuando tomó las riendas del Benfica, en la temporada 2000-2001 con el campeonato luso en marcha tras la temprana destitución de Jupp Heynckes. Mourinho, quien tenía como central titular ese año a Carlos Marchena, cayó 1-0 frente al Boavista.
No fue mucho mejor el arranque de la siguiente campaña, en esta ocasión en el banquillo del Uniao Leiria. En la primera jornada, Mourinho contempló desde el banquillo un empate a cero frente al Sporting de Braga que, además, jugó una hora con un futbolista menos. En esta campaña 2001-2002, el técnico luso tuvo dos estrenos, pues a mitad de temporada tomó ya las riendas del Oporto. En ese primer partido logró que su equipo se impusiera al Marítimo de Funchal (2-1). Pero su particular maldición se reproduciría al año siguiente, el primero en el que dirigió al Oporto partiendo de cero. Aquel inicio de Superliga fue todo menos prometedor: empate a 2 en casa frente al modesto Os Belenenses, el conjunto del humilde y precioso barrio lisboeta de Belén. Y pudo ser peor. La igualada definitiva fue lograda por el lituano Edgaras Jankauskas, quien militó en la Real Sociedad, en el tiempo de descuento.
Quizá, el único estreno que le pudo dejar un buen sabor de boca fue el del Chelsea. El sorteo deparó para la primera jornada de la 2004-2005 en la Premier un auténtico bombazo: Chelsea-Manchester United. Pese a la dificultad, Mourinho tuvo, al fin, un brillante debut: victoria por 1-0 con gol de Gudjohnsen, posteriormente denostado en el F.C.Barcelona.
Para no perder la costumbre, sus dos siguientes puestas de largo en Liga le devolvieron a la senda de la incertidumbre. Génova contempló el pistoletazo de salida a su aventura italiana con un empate a 1 frente a la Sampdoria. El gol, de quién si no, de Ibrahimovic. Y en fin, otro empate ha adornado su primera pedalada en España.
Nunca es tiempo para la simplicidad. El resutado del Real Madrid en Palma no es, obviamente, ningún indicio de que Mourinho va tener en el club de Concha Espina los mismos éxitos que logró con sus anteriores escuadras. Pero también cuesta creer que esta serie de resultados coincidentes sea casual. Como tampoco lo es su insistencia en apuntar que la plenitud de sus equipos llega en la segunda temporada. El apremiante reloj no parece ser un enemigo desconocido para el portugués.
lunes, agosto 27, 2007
Mucho por mejorar
Fue una de las frases del verano: "Schuster tiene mucho trabajo". Obvio, si se tiene en cuenta que se hizo con un equipo con ocho nuevas incorporaciones, algunas de ellas tardías, y que su concepción de juego es radicalmente diferente (ni mejor ni peor) de la de su antecesor, Fabio Capello. Por eso, la victoria madridista en el primer partido de Liga no debe ser ese grupo de árboles que impiden ver el bosque.
El actual campeón del torneo tiene mucho que mejorar. Es especialmente preocupante la falta de contundencia, tanto arriba como abajo. Una de las consecuencias del cambio de entrenador parece ser una cierta pérdida de carácter, todo un lujo que el Real Madrid jamás debe permitirse, pues siempre será un equipo a batir, independientemente de su situación. El fútbol se juega del centro del campo hacia adelante pero también hacia atrás y el que no se esmere en alguna de las dos direcciones está perdido. Y no es ésta una cuestión de los futbolistas que conforman la defensa porque cuatro es un número netamente insuficiente. El primer defensa del equipo debe ser el delantero centro. Junto con la cuestión de los ajustes defensivos, más complicada de resolver, esta tarea debe ser prioritaria para Schuster porque el rival no puede llegar tantas veces a las inmediaciones de Casillas.
El equipo blanco debe mejorar mucho también en circulación de balón, sobre todo porque hay veces que ni Guti ni Snijder aparecen o bien ni los centrales ni Diarra son capaces de encontrarlos. Algunos futbolistas deben buscar su forma porque se la han dejado olvidada en el destino de las vacaciones (¿verdad, Robinho?).
Por otra parte, un equipo en principio concebido para jugar por bandas muestra una cierta tendencia a ser "cojo", es decir, a emplear mucho más una que otra (en este caso, la izquierda). Una tendencia que puede agravarse con la incorporación de Robben. El trabajo de las jugadas a balón parado (parece ser que es parcela exclusiva del segundo técnico, Manolo Ruiz) también debe realizarse a la inversa, es decir, no sólo ensayar las de ataque sino además las de defensa.
Y sí, el Madrid venció al vecino, en un partido comprometido, el debut en Liga. El público se divirtió, sí; vio otro tipo de juego, sí. Pero a este equipo le queda mucho por mejorar. Cuando el verano torna a su fin, hay que cambiar la frase, pero por esta otra: "Schuster sigue teniendo mucho trabajo". Tan absurdas son las alarmas por quedar tercero en el Ramón de Carranza como las euforias por arrancar la Liga con triunfo.
El actual campeón del torneo tiene mucho que mejorar. Es especialmente preocupante la falta de contundencia, tanto arriba como abajo. Una de las consecuencias del cambio de entrenador parece ser una cierta pérdida de carácter, todo un lujo que el Real Madrid jamás debe permitirse, pues siempre será un equipo a batir, independientemente de su situación. El fútbol se juega del centro del campo hacia adelante pero también hacia atrás y el que no se esmere en alguna de las dos direcciones está perdido. Y no es ésta una cuestión de los futbolistas que conforman la defensa porque cuatro es un número netamente insuficiente. El primer defensa del equipo debe ser el delantero centro. Junto con la cuestión de los ajustes defensivos, más complicada de resolver, esta tarea debe ser prioritaria para Schuster porque el rival no puede llegar tantas veces a las inmediaciones de Casillas.
El equipo blanco debe mejorar mucho también en circulación de balón, sobre todo porque hay veces que ni Guti ni Snijder aparecen o bien ni los centrales ni Diarra son capaces de encontrarlos. Algunos futbolistas deben buscar su forma porque se la han dejado olvidada en el destino de las vacaciones (¿verdad, Robinho?).
Por otra parte, un equipo en principio concebido para jugar por bandas muestra una cierta tendencia a ser "cojo", es decir, a emplear mucho más una que otra (en este caso, la izquierda). Una tendencia que puede agravarse con la incorporación de Robben. El trabajo de las jugadas a balón parado (parece ser que es parcela exclusiva del segundo técnico, Manolo Ruiz) también debe realizarse a la inversa, es decir, no sólo ensayar las de ataque sino además las de defensa.
Y sí, el Madrid venció al vecino, en un partido comprometido, el debut en Liga. El público se divirtió, sí; vio otro tipo de juego, sí. Pero a este equipo le queda mucho por mejorar. Cuando el verano torna a su fin, hay que cambiar la frase, pero por esta otra: "Schuster sigue teniendo mucho trabajo". Tan absurdas son las alarmas por quedar tercero en el Ramón de Carranza como las euforias por arrancar la Liga con triunfo.
sábado, agosto 25, 2007
Ahora que empieza la Liga...
Me surgen dudas, muchas dudas. ¡Como para que no sea así! Por delante, 38 jornadas y nueve largos meses de competición. A la vista de lo visto en pretemporada, parece que los interrogantes sólo los generan unos cuantos. Pero la curiosidad de los aficionados no conoce límites y si alguno conoce la respuesta a alguna de estas preguntas estaría muy bien que aportase su granito de arena.
Por ejemplo, me gustaría saber cómo va a ser el banquillo del Fútbol Club Barcelona este año. O dicho de otra forma, si Frank Rijkaard va a alinear juntos a los llamados "cuatro fantásticos", a saber, Eto'o, Henry, Ronaldinho y Messi. A veces, las papeletas de los entrenadores son de nota porque me da la impresión de que haga lo que haga el técnico holandés va a estar en la picota.
Otra interrogante la genera el Atlético de Madrid, el primero en algunos años sin Fernando Torres, como recuerda la prensa en estos días. Habrá que ver cómo se desenvuelve el club colchonero sin el viejo recurso de volverse hacia la figura de su delantero centro cada vez que las cosas no van según lo previsto. Cumpliendo la tradición, el Atlético ha completado una buena pretemporada y ha generado ilusión.
Por ser original, la mayor duda que me produce el Real Madrid es qué hubiera sido de este equipo si Fabio Capello hubiera podido trabajar un año con él. Mi impresión es que después de todo lo sucedido la temporada pasada, el italiano hubiera sido capaz de fortalecer aún más al once blanco y, además, hacerle jugar mejor al fútbol. Ahora, todos los comentarios (negativos) que ha suscitado el Madrid se resumen en que el equipo vuelve una vez (cuántas van) a partir de cero y, por lo tanto, su rendimiento es una incógnita.
Por difícil que parezca, el Sevilla también sugiere interrogantes. Sin ir más lejos, cómo será capaz de compatibilizar Liga y Champions, sobre todo teniendo en cuenta que los rivales ya van a encarar al club hispalense de otra forma; sin duda, supondrá un plus ponerle las cosas complicadas e incluso hacer pinchar a un equipo que "sólo sabe ganar", como dijo su presidente, José María del Nido (ojo a estos detalles, suelen pasar factura). O cómo gestionará circunstancias como los cantos de sirena hacia el míster, Juande Ramos, que llegan desde Inglaterra, el enfado de Dani Alves por no haber sido traspasado o las tribulaciones de futbolistas mediocres (que alguno también tiene el Sevilla), que ven lo complicado que van a tener jugar debido a su discutible calidad.
Y, en fin, aparte de las opciones de Valencia, Zaragoza y Villarreal, la clásica revelación del campeonato (imposible de prever) y demás, también habrá que pararse a pensar cómo será la temporada desde el punto de vista arbitrall porque, en esta cuestión, la pretemporada también ha dejado muchas dudas.
Por ejemplo, me gustaría saber cómo va a ser el banquillo del Fútbol Club Barcelona este año. O dicho de otra forma, si Frank Rijkaard va a alinear juntos a los llamados "cuatro fantásticos", a saber, Eto'o, Henry, Ronaldinho y Messi. A veces, las papeletas de los entrenadores son de nota porque me da la impresión de que haga lo que haga el técnico holandés va a estar en la picota.
Otra interrogante la genera el Atlético de Madrid, el primero en algunos años sin Fernando Torres, como recuerda la prensa en estos días. Habrá que ver cómo se desenvuelve el club colchonero sin el viejo recurso de volverse hacia la figura de su delantero centro cada vez que las cosas no van según lo previsto. Cumpliendo la tradición, el Atlético ha completado una buena pretemporada y ha generado ilusión.
Por ser original, la mayor duda que me produce el Real Madrid es qué hubiera sido de este equipo si Fabio Capello hubiera podido trabajar un año con él. Mi impresión es que después de todo lo sucedido la temporada pasada, el italiano hubiera sido capaz de fortalecer aún más al once blanco y, además, hacerle jugar mejor al fútbol. Ahora, todos los comentarios (negativos) que ha suscitado el Madrid se resumen en que el equipo vuelve una vez (cuántas van) a partir de cero y, por lo tanto, su rendimiento es una incógnita.
Por difícil que parezca, el Sevilla también sugiere interrogantes. Sin ir más lejos, cómo será capaz de compatibilizar Liga y Champions, sobre todo teniendo en cuenta que los rivales ya van a encarar al club hispalense de otra forma; sin duda, supondrá un plus ponerle las cosas complicadas e incluso hacer pinchar a un equipo que "sólo sabe ganar", como dijo su presidente, José María del Nido (ojo a estos detalles, suelen pasar factura). O cómo gestionará circunstancias como los cantos de sirena hacia el míster, Juande Ramos, que llegan desde Inglaterra, el enfado de Dani Alves por no haber sido traspasado o las tribulaciones de futbolistas mediocres (que alguno también tiene el Sevilla), que ven lo complicado que van a tener jugar debido a su discutible calidad.
Y, en fin, aparte de las opciones de Valencia, Zaragoza y Villarreal, la clásica revelación del campeonato (imposible de prever) y demás, también habrá que pararse a pensar cómo será la temporada desde el punto de vista arbitrall porque, en esta cuestión, la pretemporada también ha dejado muchas dudas.
martes, agosto 07, 2007
No la hagas y no la temas, Ron Dennis
Hago acompañar de una de las perlas del refranero al que considero máximo responsable de la crisis vivida en McLaren a raíz de los acontecimientos del último fin de semana en el Gran Premio de Hungría. Primero, porque para algo es el jefe y máximo responsable, que no está sólo para cobrar y dar órdenes. Y segundo porque, a raíz de todo lo visto y leido en las últimas horas, me da la impresión de que Lewis Hamilton lleva mucho tiempo actuando por libre en la escudería con la aquiescencia de Ron Dennis, bien por acción, bien por omisión.
Sólo de esta forma se explica el tono de la conversación que ambos mantuvieron durante y después de la sesión de entrenamientos del sábado, que revelaba de forma detallada la prensa británica. ¿O acaso es normal que cuando el jefe abronca al subordinado éste le responda diciéndole cosas como "no me vuelvas a hacer eso en tu puta vida"? Da la sensación de que Hamilton se indigna al comprobar que, en esta ocasión, no se le permite hacer de su capa un sayo como en las vaya-usted-a-saber-cuántas anteriores.
Vaya por delante que soy de la opinión de que Fernando Alonso se detuvo en los boxes a propósito para impedir que su compañero de escudería diera la última vuelta e intentar lograr la pole position, es decir, para evitar que, de nuevo, Hamilton impusiera su santa voluntad. Y no está bien. Pero lo que me extraña de forma notable es el enfado de Dennis. ¿Qué esperaba, que Alonso volviera a tragar y a aguantarse? Supongo que no es necesario recordar al director general de McLaren que el español es bicampeón del mundo y que nadie le ha regalado nada. Que, a diferencia de Hamilton, llegó a la F1 a los mandos de un Minardi, monoplaza equipado con soluciones tecnológicas obsoletas, desechadas por otros equipos tres años atrás, con el que, ante el asombro de los propios responsables del equipo, Alonso no sólo no llegó al final de sus días empotrado contra alguna tribuna sino que consiguió terminar muchas carreras y, en algún caso, puntuar. Que tuvo la paciencia de ser piloto probador cuando él sabía de su potencial. Que ganó dos títulos mundiales con Renault, un equipo que no tenía ni el mejor ni el segundo mejor coche y que porfiaba por ser el tercero en discordia (es decir, en teoría por finalizar las carreras en quinto o sexto lugar). En fin.
Lo de Hamilton se podría hacer (tampoco sería demasiado ético pero pasaría) con un "becario", una figura que, obviamente, no existe en un mundo tan profesionalizado. Pero insisto, creo que el piloto inglés tiene una mínima parte de culpa; casi toda es para la persona que le ha consentido demasiadas cosas y que, cuando ha querido frenarle, se ha dado cuenta de que era demasiado tarde. Si en McLaren tiene que ser Fernando Alonso el que ponga orden eso quiere decir que el de arriba no está cumpliendo con su obligación. Presionado, obligado, maniatado, como sea. Pero no está cumpliendo.
Y para que no haya dudas, Hamilton me parece un piloto soberbio. Pero con su comportamiento él mismo destroza su imagen, sobre todo si comienzan a extenderse las dudas sobre la existencia de un trato de favor. Claro que sobre esto también tendría mucho que decir Ron Dennis, futuro aprendiz de refranero español: "no la hagas y no la temas".
Sólo de esta forma se explica el tono de la conversación que ambos mantuvieron durante y después de la sesión de entrenamientos del sábado, que revelaba de forma detallada la prensa británica. ¿O acaso es normal que cuando el jefe abronca al subordinado éste le responda diciéndole cosas como "no me vuelvas a hacer eso en tu puta vida"? Da la sensación de que Hamilton se indigna al comprobar que, en esta ocasión, no se le permite hacer de su capa un sayo como en las vaya-usted-a-saber-cuántas anteriores.
Vaya por delante que soy de la opinión de que Fernando Alonso se detuvo en los boxes a propósito para impedir que su compañero de escudería diera la última vuelta e intentar lograr la pole position, es decir, para evitar que, de nuevo, Hamilton impusiera su santa voluntad. Y no está bien. Pero lo que me extraña de forma notable es el enfado de Dennis. ¿Qué esperaba, que Alonso volviera a tragar y a aguantarse? Supongo que no es necesario recordar al director general de McLaren que el español es bicampeón del mundo y que nadie le ha regalado nada. Que, a diferencia de Hamilton, llegó a la F1 a los mandos de un Minardi, monoplaza equipado con soluciones tecnológicas obsoletas, desechadas por otros equipos tres años atrás, con el que, ante el asombro de los propios responsables del equipo, Alonso no sólo no llegó al final de sus días empotrado contra alguna tribuna sino que consiguió terminar muchas carreras y, en algún caso, puntuar. Que tuvo la paciencia de ser piloto probador cuando él sabía de su potencial. Que ganó dos títulos mundiales con Renault, un equipo que no tenía ni el mejor ni el segundo mejor coche y que porfiaba por ser el tercero en discordia (es decir, en teoría por finalizar las carreras en quinto o sexto lugar). En fin.
Lo de Hamilton se podría hacer (tampoco sería demasiado ético pero pasaría) con un "becario", una figura que, obviamente, no existe en un mundo tan profesionalizado. Pero insisto, creo que el piloto inglés tiene una mínima parte de culpa; casi toda es para la persona que le ha consentido demasiadas cosas y que, cuando ha querido frenarle, se ha dado cuenta de que era demasiado tarde. Si en McLaren tiene que ser Fernando Alonso el que ponga orden eso quiere decir que el de arriba no está cumpliendo con su obligación. Presionado, obligado, maniatado, como sea. Pero no está cumpliendo.
Y para que no haya dudas, Hamilton me parece un piloto soberbio. Pero con su comportamiento él mismo destroza su imagen, sobre todo si comienzan a extenderse las dudas sobre la existencia de un trato de favor. Claro que sobre esto también tendría mucho que decir Ron Dennis, futuro aprendiz de refranero español: "no la hagas y no la temas".
lunes, agosto 06, 2007
Una larga pretemporada
Al Real Madrid le espera una pretemporada larga e intensa. Se extenderá por lo menos hasta mediados del mes de noviembre. Y más se alargará cuanto más se tarde en completar la plantilla, no sólo con los que tienen que venir sino también con los que van a dejar el equipo, que resultan un lastre pesado para las pruebas que está llevando a cabo Schuster.
Comprobé divertido el otro día como, en uno de los innumerables foros de Internet, un aficionado madridista se alarmaba ante el actual estado del equipo y exclamaba: "¡que la Supercopa contra el Sevilla es dentro de una semana!". Pues sí, demasiado pronto llega este envite que, además, para equipos como Real Madrid y F.C.Barcelona son torneos de poco que ganar y mucho que perder (si se hacen con él se considera un trofeo menor y si se pierde comienza a destaparse la caja de los truenos).
Bien harían en Madrid si comenzaran a prepararse para la tormenta porque el equipo está muy verde y, lógicamente, Schuster está haciando las pruebas necesarias para intentar formar una plantilla de garantías (otra cosa es que lo consiga). Si Fabio Capello hubiera permanecido en el banquillo blanco, los aficionados estarían más tranquilos porque seguramente el equipo daría sensación de estar más rodado. Pero estas son las consecuencias de cambiar cada año una pieza sensible como es el entrenador. El Madrid entiende de estas cuestiones, sobre todo en las últimas temporadas. El ex presidente Florentino Pérez llegó a creerse aquello de que el equipo se entrenaba solo y, vistas así las cosas, decidió sustituir a Vicente del Bosque (cuyo fuerte no es la imagen) por algo mucho más vistoso como Carlos Queiroz, excelente en su papel de sombra de Sir Alex Ferguson.
El resultado es conocido por todos, aunque lo peor no fue lo que sucedió aquella temporada (que ya fue) sino todo lo que arrastró. A partir de entonces, el banquillo madridista ha sido un ir y venir de inestables inquilinos hasta el nuevo aterrizaje de Capello. Al italiano, ya sin gira asiática pero todavía con aventura americana, le duró también bastante la pretemporada porque, obviamente, los juegadores del Madrid llegaron al estreno de la competición oficial (debut liguero en el Bernabéu frente al Villarreal) prácticamente sin haberse enterado de lo que Capello quería de ellos. Así llegó el parón navideño, con goleada encajada en casa frente al Recreativo, el crudo invierno con eliminación de la Champions y de la Copa... y el Madrid seguía en pretemporada. Total, que cuando el Madrid tuvo preparada la bicicleta, ajustados los cambios y desarrollos, con el maillot y el casco adecuados, la carrera hacía tiempo que había empezado y al pelotón ni se le veía. Y si el resto de corredores no se relaja de esa manera, los blancos no sólo no hubieran ganado en la foto-finish, sino que hubieran quedado descolgados.
Con estos precedentes, el aficionado debe valorar cada punto que se logre en las primeras jornadas de Liga como si fuera oro (porque se obtendrá de forma sui generis), obviamente olvidarse de la Supercopa desde ya y rezar porque el sorteo de la Primera Fase de la Champions sea benévolo. Pero vamos, lo que es ver funcionar al equipo (si llega a hacerlo) tardará, sin duda más allá de los bolos de verano. Y todo será mucho más emocionante si, cuando Schuster logre poner la maquinaria en marcha, se le destituye y se trae a otro para que, una vez más, la pretemporada dure hasta marzo.
Y ya que estábamos de recuerdos, el Barça tan laureado de los últimos años, el equipo que logró la Copa de Europa y las dos ligas consecutivas con Rijkaard, también tuvo su particular pretemporada larga en el primer año del técnico holandés. A las primeras de cambio, repaso del Depor en el Camp Nou; aproximándose las Navidades, derrota en casa frente al Madrid tras 20 años de sequía blanca en feudo culé; en fin, ultimátum al entrenador tulipán en Valladolid al filo de la segunda vuelta. Hablamos del mes de febrero.
Aún así, por lo visto y sobre todo leido, había bastante gente que pensaba que el equipo iba ya a funcionar a agosto. Si juega a algo a mediados de noviembre, los sufridos aficionados madridistas podrán darse con un canto en los dientes y quizá soñar con volver a la Cibeles.
Comprobé divertido el otro día como, en uno de los innumerables foros de Internet, un aficionado madridista se alarmaba ante el actual estado del equipo y exclamaba: "¡que la Supercopa contra el Sevilla es dentro de una semana!". Pues sí, demasiado pronto llega este envite que, además, para equipos como Real Madrid y F.C.Barcelona son torneos de poco que ganar y mucho que perder (si se hacen con él se considera un trofeo menor y si se pierde comienza a destaparse la caja de los truenos).
Bien harían en Madrid si comenzaran a prepararse para la tormenta porque el equipo está muy verde y, lógicamente, Schuster está haciando las pruebas necesarias para intentar formar una plantilla de garantías (otra cosa es que lo consiga). Si Fabio Capello hubiera permanecido en el banquillo blanco, los aficionados estarían más tranquilos porque seguramente el equipo daría sensación de estar más rodado. Pero estas son las consecuencias de cambiar cada año una pieza sensible como es el entrenador. El Madrid entiende de estas cuestiones, sobre todo en las últimas temporadas. El ex presidente Florentino Pérez llegó a creerse aquello de que el equipo se entrenaba solo y, vistas así las cosas, decidió sustituir a Vicente del Bosque (cuyo fuerte no es la imagen) por algo mucho más vistoso como Carlos Queiroz, excelente en su papel de sombra de Sir Alex Ferguson.
El resultado es conocido por todos, aunque lo peor no fue lo que sucedió aquella temporada (que ya fue) sino todo lo que arrastró. A partir de entonces, el banquillo madridista ha sido un ir y venir de inestables inquilinos hasta el nuevo aterrizaje de Capello. Al italiano, ya sin gira asiática pero todavía con aventura americana, le duró también bastante la pretemporada porque, obviamente, los juegadores del Madrid llegaron al estreno de la competición oficial (debut liguero en el Bernabéu frente al Villarreal) prácticamente sin haberse enterado de lo que Capello quería de ellos. Así llegó el parón navideño, con goleada encajada en casa frente al Recreativo, el crudo invierno con eliminación de la Champions y de la Copa... y el Madrid seguía en pretemporada. Total, que cuando el Madrid tuvo preparada la bicicleta, ajustados los cambios y desarrollos, con el maillot y el casco adecuados, la carrera hacía tiempo que había empezado y al pelotón ni se le veía. Y si el resto de corredores no se relaja de esa manera, los blancos no sólo no hubieran ganado en la foto-finish, sino que hubieran quedado descolgados.
Con estos precedentes, el aficionado debe valorar cada punto que se logre en las primeras jornadas de Liga como si fuera oro (porque se obtendrá de forma sui generis), obviamente olvidarse de la Supercopa desde ya y rezar porque el sorteo de la Primera Fase de la Champions sea benévolo. Pero vamos, lo que es ver funcionar al equipo (si llega a hacerlo) tardará, sin duda más allá de los bolos de verano. Y todo será mucho más emocionante si, cuando Schuster logre poner la maquinaria en marcha, se le destituye y se trae a otro para que, una vez más, la pretemporada dure hasta marzo.
Y ya que estábamos de recuerdos, el Barça tan laureado de los últimos años, el equipo que logró la Copa de Europa y las dos ligas consecutivas con Rijkaard, también tuvo su particular pretemporada larga en el primer año del técnico holandés. A las primeras de cambio, repaso del Depor en el Camp Nou; aproximándose las Navidades, derrota en casa frente al Madrid tras 20 años de sequía blanca en feudo culé; en fin, ultimátum al entrenador tulipán en Valladolid al filo de la segunda vuelta. Hablamos del mes de febrero.
Aún así, por lo visto y sobre todo leido, había bastante gente que pensaba que el equipo iba ya a funcionar a agosto. Si juega a algo a mediados de noviembre, los sufridos aficionados madridistas podrán darse con un canto en los dientes y quizá soñar con volver a la Cibeles.
sábado, agosto 04, 2007
El peligro de la actitud
Los manuales de fútbol cuentan que en pretemporada los resultados son lo de menos, que lo importante es desentumecer músculos, buscar sistemas ideales y válidas alternativas y acoplar a los jugadores que se incorporan a la plantilla. Aunque ya es sobradamente conocido que esta ortodoxia no es aplicable a los equipos grandes, a los que no está permitido perder ni en los entrenamientos, no deja de tener una lógica aplastante. Por eso, las derrotas de los equipos españoles que estamos presenciando estos días (del Valencia frente al PSG, del Real Madrid frente al Hannover 96, del Atlético de Madrid ante el Ajax) e incluso de otros equipos grandes extranjeros (del remozadísimo y poderoso Bayern de Munich ante el Colonia, que conoció tiempos mejores pero que actualmente milita en la segunda división alemana) deberían pasar desapercibidas.
Si el Madrid hubiera tenido un segundo pinchazo consecutivo frente al Lokomotiv en Moscú, el efecto hubiera sido obviamente negativo para el club blanco. Pero lo más grave de todo hubiera sido esa actitud mostrada en la primera parte del choque. Al fin y al cabo, la derrota en Alemania fue a todas luces exagerada y el equipo mostró algunos detalles interesantes (así como otros inquietantes, sobre todo atrás). Sin embargo, los aficionados pudieron ver por TV como al terreno de juego del Luzhniky Stadium salía un equipo derrotado de antemano, entregado a la suerte de que el contrario estaba más rodado, tenía mejor condición física y, además, ya se había puesto por delante antes de que se cumplieran cinco minutos de juego. Volvieron algunos fantasmas del pasado: ni una falta, ni atisbo de presión al rival, ni una mínima muestra de agresividad...
Y eso sí que es grave, mucho más que una derrota (y más en pretemporada).
En la segunda parte hubo cambios, sí, e importantes. Pero los que salieron de inicio eran diferentes, empezando obviamente por Guti, que merece capítulo aparte. Dos semanas y media después de haber empezado a trabajar no se le puede pedir a un equipo que raye a gran altura en el plano físico. Pero la actitud es como el valor en el Ejército, se da por supuesta. No se trata de un extra que tenga que llevar nadie como un valor añadido.
Por un momento, en casi toda la primera parte, se perdió ese espíritu de equipo que tanto costó forjar el año pasado (los habituales del blog recuerdan el post en el que se comparaba a Capello con el célebre señor Miyagi de la película Karate Kid, con el "dar cera, pulir cera") y que acabó por darle el título de Liga. Al margen de los cinco goles, se vio presión, actitud, fuerza, agresividad. Se vieron simples detalles como protestas al colegiado, que casi ni se habían visto en el primer tiempo. Y con eso bastó.
El prometido capítulo aparte para Guti. La segunda parte que hizo frente al Lokomotiv no se la he visto hacer a Kaká ni por asomo. El brasileño tampoco ha protagonizado nada parecido a la actuación del madrileño en Liga frente al Sevilla en el Bernabéu. Ni frente al Barcelona en el Camp Nou (por cierto, me dicen que a Kaká ni se le vio en el partido frente al PSV correspondiente al torneo que organiza el Lokomotiv). Lógicamente, el Madrid necesita un refuerzo en ese puesto por dos razones: primero, por las exigencias de una temporada larga; segundo, porque Guti es tan genial como inconstante e irregular. Pero se trata de un refuerzo, no de alguien por el que haya que tirar la casa por la ventana. Y mucho menos Kaká.
Si el Madrid hubiera tenido un segundo pinchazo consecutivo frente al Lokomotiv en Moscú, el efecto hubiera sido obviamente negativo para el club blanco. Pero lo más grave de todo hubiera sido esa actitud mostrada en la primera parte del choque. Al fin y al cabo, la derrota en Alemania fue a todas luces exagerada y el equipo mostró algunos detalles interesantes (así como otros inquietantes, sobre todo atrás). Sin embargo, los aficionados pudieron ver por TV como al terreno de juego del Luzhniky Stadium salía un equipo derrotado de antemano, entregado a la suerte de que el contrario estaba más rodado, tenía mejor condición física y, además, ya se había puesto por delante antes de que se cumplieran cinco minutos de juego. Volvieron algunos fantasmas del pasado: ni una falta, ni atisbo de presión al rival, ni una mínima muestra de agresividad...
Y eso sí que es grave, mucho más que una derrota (y más en pretemporada).
En la segunda parte hubo cambios, sí, e importantes. Pero los que salieron de inicio eran diferentes, empezando obviamente por Guti, que merece capítulo aparte. Dos semanas y media después de haber empezado a trabajar no se le puede pedir a un equipo que raye a gran altura en el plano físico. Pero la actitud es como el valor en el Ejército, se da por supuesta. No se trata de un extra que tenga que llevar nadie como un valor añadido.
Por un momento, en casi toda la primera parte, se perdió ese espíritu de equipo que tanto costó forjar el año pasado (los habituales del blog recuerdan el post en el que se comparaba a Capello con el célebre señor Miyagi de la película Karate Kid, con el "dar cera, pulir cera") y que acabó por darle el título de Liga. Al margen de los cinco goles, se vio presión, actitud, fuerza, agresividad. Se vieron simples detalles como protestas al colegiado, que casi ni se habían visto en el primer tiempo. Y con eso bastó.
El prometido capítulo aparte para Guti. La segunda parte que hizo frente al Lokomotiv no se la he visto hacer a Kaká ni por asomo. El brasileño tampoco ha protagonizado nada parecido a la actuación del madrileño en Liga frente al Sevilla en el Bernabéu. Ni frente al Barcelona en el Camp Nou (por cierto, me dicen que a Kaká ni se le vio en el partido frente al PSV correspondiente al torneo que organiza el Lokomotiv). Lógicamente, el Madrid necesita un refuerzo en ese puesto por dos razones: primero, por las exigencias de una temporada larga; segundo, porque Guti es tan genial como inconstante e irregular. Pero se trata de un refuerzo, no de alguien por el que haya que tirar la casa por la ventana. Y mucho menos Kaká.
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