En las últimas semanas se están poniendo de moda los macrobotellones, convocados a golpe de mensaje de móvil o correo electrónico y, en algunos casos, auspiciados, protegidos y consentidos por las autoridades pertinentes (ya saben, si no puedes con el enemigo, únete a él). Lo único que sucede es que cuando se ha querido poner freno a la situación ya era demasiado tarde; los jóvenes y los no tan jóvenes se ríen de la prohibición de hacer botellón con estas concentraciones.
Algo parecido sucede en el fútbol. Lo de arrojar objetos al terreno de juego se convierte en práctica habitual y aquí no pasa nada, entre otras cuestiones porque los que tienen que sancionar están atados de pies y manos. El episodio del jueves en el Vicente Calderón es triste y lamentable desde varios puntos de vista. Es decir, no hay por dónde agarrarlo, se mire como se mire.
Después de caer unos cuantos objetos al terreno de juego, una lata de bebida impacta en Palop, portero del Sevilla. El colegiado, Ayza Gámez, recoge también una botella de cristal lanzada desde la grada. El partido se suspende. Y se reanuda media hora después, casi sin público, sin TV, pasada la medianoche (la hora del encuentro, 10 de la noche de un día laborable, también se las trae)...
O andamos muy desmemoriados o es cierto que hace tan sólo unas semanas se suspendió un partido, en Mestalla, porque un objeto alcanzó a un árbitro asistente. Pero el encuentro quedó definitivamente aplazado, a nadie se le ocurrió ordenar su reanudación. Como castigo, el Valencia tuvo que jugar lo que restaba de ese partido de Copa frente al Deportivo de La Coruña a puerta cerrada.
Pero debe ser que no es lo mismo acertar a un compañero del árbitro que al portero del equipo visitante. Por lo primero, merece la pena suspender el partido y castigar duramente al propietario del terreno de juego. Por lo segundo, con que se calmen los ánimos y se vaya el público, es suficiente. No parece lo más adecuado. Ambos escenarios merecen la misma medida: partido suspendido y que decidan los comités correspondientes.
Claro que puestos a pensar mal (o no tan mal) hubiera resultado realmente delicado aplazar el partido y dejar para otro día la disputa de los minutos restantes. No hay que olvidar que uno de los contendientes, el Sevilla, está aún vivo en la Copa de la UEFA, y que gracias al calendario diseñado por algún genio (además de circunstancias como las dos semanas de vacaciones de Navidad, los 20 equipos en Primera, etc), las fechas libres de aquí al final de la temporada son escasas. Tampoco sobra apuntar que algunos en la Federación Española de Fútbol deben estar aún dando saltos de alegría porque al Español le eliminaron de la UEFA, ya que sólo esta circunstancia ha hecho posible que la final de la Copa del Rey conociera a los dos contendientes antes de su disputa. Vamos, que había que terminar ese partido sí o sí, tiraran botellas de whisky o cocodrilos al terreno de juego.
Llegados a los comités nos encontramos con otro problema. El castigo de cerrar el campo suena a broma cuando el F.C.Barcelona aún no ha cumplido (ni seguramente cumplirá ya) los dos partidos de clausura por los que fue sancionado debido a los tristemente célebres incidentes acaecidos en el partido de Liga contra el Real Madrid, el de la famosa cabeza de cochinillo y la botella, curiosamente también de whisky, arrojados desde la grada. Como aquí hay para todos, ni se conoce sanción para el Real Madrid por permitir que dos sujetos (además, conocidos y suficientemente identificados con los nombres de Mark Roberts y Jimmy Jump) saltaran al terreno de juego en el partido de la primera vuelta contra el Barcelona. Y así, castigar ahora al Atlético de Madrid se hace cuesta arriba. Sanción económica ínfima y a otra cosa.
Me da la impresión de que ocurre lo mismo que con los botellones: cuando se quiera poner fin a esta situación será demasiado tarde. Al menos, espero que la Federación no permita u organice un partido con permisividad de lanzamiento de objetos al terreno de juego, aunque con las medidas tomadas en el Atlético-Sevilla ha dado un primer paso.
lunes, marzo 27, 2006
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2 comentarios:
Jolín, había puesto un comentario jugoso contando que estaba de vuelta y que este temame ha traido a la cabza otro: los recursos a la justicia ordinaria, que me parecen lamentables. A ver si ahora se publica.
Abrazos
Pues yo pienso que lo que puede haber ocurrido es que después de lo de Mestalla se impartieran directrices para que no volviera a ocurrir lo del aplazamiento.
Y es que eso pasa cuando el personal está acojonado, lo que no le permite tomar decisiones propias.
Así, tras una directriz de (autorizar a) no aplazar un partido, sino suspenderlo hasta que se calmen los ánimos o el personal energúmeno desaloje, los árbitros ya saben qué hacer.
Obradek, yo no veo maldad en los árbitros, sino solamente falta de criterio. Y eso porque desde su propio estamento se les ha castrado (sí, castrado) para poder tomar decisiones. Han de seguir el librito o si no ya saben lo que les espera.
La semana que viene subiré un artículo que se va a titular "La herencia"; no va en esta línea exactamente, pero tiene relación y estoy convencido de que te gustará.
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