Piterman y los mesías

Diez minutos antes de la medianoche del 30 de junio de 1992, el empresario jerezano José María Ruiz Mateos se presentó en la sede de la Liga de Fútbol Profesional, ataviado con una bata y unas pantuflas (como marcaba el protocolo de la hora) y contento por haber logrado el aval bancario que permitía la conversación del Rayo Vallecano en Sociedad Anónima Deportiva y, por ende, su salvación de los infiernos. Eso sí, el conjunto franjirrojo quedaría ligado de por vida a la familia Ruiz Mateos, con sus pros y sus contras, con su presencia en la Copa de la UEFA y su actual peripecia por 2ª.B incluídas. Otros casos se dieron entonces, como el del Atlético con el llorado Jesús Gil (aportó algo más de 12 millones de euros para suscribir casi de forma íntegra la necesaria ampliación de capital) y el Betis con Manuel Ruiz de Lopera (aproximadamente cinco millones de euros). Trece años después, estos equipos siguen bajo el poder de quienes entonces les salvaron de una más que segura desaparición (de sus herederos en algún caso) y se han caracterizado por dar bastante tumbos.
La conversión de los clubes en sociedades anónimas no termina de dar los frutos apetecidos en cuanto a clarificar las cuentas del fútbol español. A finales de año, el balompié profesional buscaba cerca de 60 millones de euros (unos 10.000 millones de las antiguas pesetas) para su superviviencia, con ilustres nombres en peligro como el Racing de Santander (uno de los fundadores de la primera Liga) y la Real Sociedad. En cambio, ha posibilitado la aparición de personajes como Dimitri Piterman, que en las últimas horas ha protagonizado un esperpéntico número al prescindir del entrenador del Alavés, club que preside y controla, cuando el tal Jesús Gómez Cos, que así se llama, no es sino un "hombre de paja" que pone el carnet para que entrene el propio ex saltador del longitud ex ucraniano.
Pero creo que ya nos hemos rasgado las vestiduras suficientemente. La aparición de figuras como Piterman se puede evitar. Pero hay que arrimar el hombro y aflojar la cartera. ¿Dónde estaban los que ahora se quejan de la situación del Alavés cuando el entonces presidente, Gonzalo Antón, vendió el paquete de acciones del club que controlaba? Del mismo modo, ¿dónde estaban los aficionados del Racing que tuvieron que soportar también al tándem Piterman-Cos en el Sardinero? Mucho ruido hizo la asociación de ex jugadores, encabezada por Sañudo, pero no asomaron la gaita cuando se trataba de poner un dinero que, en definitiva, se lo dio en el pasado el propio fútbol, el propio Racing. Pero no, el dinero que lo ponga otro. Se puede hacer extensivo a empresarios que después se vanaglorian de llevar el nombre de las ciudades por todo el mundo. Ni una perra.
Algunos ya han visto las orejas al lobo y han establecido blindajes en los estatutos. Lo hizo en su día el Deportivo de La Coruña, que no permite que nadie controle más del 1% del capital (así le está durando la ampliación en curso). Dicen las malas lenguas que este límite es el que ha impedido al dueño de Zara, Amancio Ortega, hacerse con las riendas del club. En la dramática junta que la Real Sociedad celebró a finales de diciembre se aprobó situar este límite en el 2%. Cláusula anti-Piterman, la llamó alguno. En su día, las ampliaciones de Atlético y Betis estuvieron abiertas, a quien quisiera aportar. Pero casi nadie lo hizo. Lógico fue que Gil, Lopera y compañía se presentaran como auténticos mesías aunque años después les tocara darse la mano para irse juntos al infierno de la Segunda División.
Una vez comprado el Alavés, Piterman se puede permitir el lujo de entrenarlo, de permitir que una reportera del programa "7 días, 7 noches" de Antena 3 TV "entrene" con los futbolistas y se meta en el vestuario (y en el jacuzzi), y de salir desnudo en la revista Interviú. Quizá a nosotros se nos ocurriría lo mismo si nos lo pusieran tan fácil como extender un cheque (y tuviéramos fondos, claro).