Cerca quedó México de dar el primer campanazo de los octavos de final del Mundial. Los aztecas hicieron sudar a los argentinos más de lo previsto y si finalmente no se llevaron el partido fue por las pequeñas cosas, por los detalles, por los dichosos imponderables. Porque Argentina tiene unos cuantos jugadores resolutivos y, en cambio, México tiene la pólvora mojada. Porque el colchonero Maxi Rodríguez se sacó de la chistera uno de los goles más espectaculares del Mundial y, además, en el momento más oportuno. Y ante eso, hay poco que hacer.
El equipo de José Peckerman se vio sorprendido por una salida en tromba de México. La presión de los verdes se hacía asfixiante y la albiceleste apenas podía mantener el balón en su poder. Fruto del acoso sobre la portería de Abbondanzieri llegó un tempranero gol de Rafa Márquez, impecable ayer como casi toda la línea defensiva dispuesta por La Volpe. Teóricamente, el gol tuvo dos efectos: dar un mazazo por el tanto encajado y "eliminar" a un contrario: Gabriel Heinze. El central del Manchester United acusó que en el tanto de Márquez tuvo una buena parte de culpa, ya que dejó escapar al futbolista del F.C.Barcelona y le permitió rematar solo en el segundo palo. A raíz de la jugada, Heinze estuvo nervioso, fallón, en ocasiones fuera del partido. Con él y un Scaloni excesivamente revolucionado (me cuesta creer que Peckerman no encuentre un lateral derecho mejor que él), la defensa argentina caminó sobre el alambre.
Si algo salvó a los de Peckerman fue la temprana respuesta, en un saque de esquina que aprovechó un auténtico cazagoles como Hernán Crespo. Con el tanto quedaba anulado uno de los dos efectos que produjo el gol de Márquez. Pero las tablas no llevaron la tranquilidad a Argentina, que seguía sin encontrar a Riquelme en las escasas oportunidades en que tenía la pelota. Los mexicanos percutieron sobre la meta rival pero sin acierto, con poca pegada, con un Borgetti en horas bajas con vistas a la portería.
Argentina sólo empezó a encontrarse más cómoda cuando México bajó el ritmo físico. El cansancio hacía mella en unos futbolistas que se vaciaron sobre el cesped de Leipzig. Fue entonces cuando Román Riquelme se hizo al fin con la pelota y la albiceleste comenzó a parecerse un poco a la que habíamos visto en la primera fase. Peckerman trató de evitar la prórroga metiendo en el campo a Tévez y Messi, juventud, potencia, velocidad y talento para desbordar a un agotado rival. Pero ambos se empeñaron en querer resolver por su cuenta, frente a un ejército de defensas aztecas que no permitieron que se salieran con la suya. Mientras, La Volpe volvió a jugarse la baza de Zinha, para que revolucionara el partido al modo de lo que hizo el día del debut de México frente a Irán. El futbolista de origen brasileño aportó clase al centro del campo pero encontró a los honbres a arriba, tanto Fonseca como Borgetti, excesivamente agotados como para intentar desmarques imposibles. La Volpe no contó con el Guille Franco, jugador nacido en Argentina, que ya declaró antes del partido que si lograba un tanto no lo celebraría. No parecía en la mejor disposición para afrontar el partido, lo que sin duda aumentará la polémica generada en México por la convocatoria tanto de Franco como de Zinha.
México controló más y mejor, tuvo más el balón y llegó más a puerta. Pero enfrente estaba Argentina, dos veces campeona del mundo, la única capaz de repetir título en los últimos 30 años junto con Brasil. El golazo de Maxi no hizo sino traducir todo lo anterior en el pase de Argentina a cuartos. México puede sentirse orgullosa; cayó en octavos, como hace cuatro años, pero qué diferencia.
No obstante, tras los dos últimos encuentros, las dudas pueden llegar a Argentina. Máxime, si tenemos en cuenta que el cruce de cuartos es con la anfitriona, Alemania, cuya trayectoria parece ser la contraria de la albiceleste, esto es, de menos a más. ¿Se cruzarán las líneas el próximo viernes?
domingo, junio 25, 2006
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