Dicen los que entienden de este negocio que el verdadero Mundial empieza en la fase de octavos de final, cuando se ponen en marcha las eliminatorias directas. Puede que sea algo exagerado y si no, que se lo digan a checos y croatas, por poner dos ejemplos. Lo que sí es cierto es que cuando finaliza la fase de grupos, el Campeonato cobra una mayor emoción y espectacularidad. Y es entonces cuando menos se ha de consentir que los árbitros sean protagonistas.
Por desgracia, la historia de los Mundiales está repleta de errores por parte de los colegiados. Los defensores del colectivo dirán, no sin razón, que también se podría confeccionar una interminable lista de equivocaciones por parte de los futbolistas. Pero de ahí a no expulsar a un jugador cuando tiene dos tarjetas amarillas, como hizo el inglés Poll, media un abismo.
Lo peor de todo esto es que la torpeza arbitral priva a los aficionados de grandiosos espectáculos, como pudo ser el encuentro entre Portugal y Holanda. Valentin Ivanov, un pésimo colegiado ruso que ya la ha montado más de una vez en la Liga de Campeones, demostró muy pronto a los futbolistas que no había árbitro, sino un señor que pasaba por allí. Vio la alevosa entrada de Boulahrouz a Cristiano Ronaldo, que dejó fuera de combate al interior portugués, y tan sólo le mostró tarjeta amarilla. A partir de entonces, la anarquía fue en aumento y como resultado final arrojó tres expulsiones más y alguna otra que Ivanov se comió. Los aficionados querían ver algo de fútbol pero tan sólo pudieron apreciar tangana tras tangana.
En medio de tal antología del disparate arbitral no podía faltar la aportación española. La reciente historia de la Copa del Mundo nos ha dejado actuaciones provocadoras del más absoluto de los estupores, como la de Lamo Castillo en España 82, que machacó a la Unión Soviética contra Brasil (entonces Joao Havelange era presidente de la FIFA), o la de Victoriano Sánchez Arminio en México 86, que también castigó a los soviéticos, en este caso desde la banda, como árbitro asistente (era la época en la que no sólo te podía tocar un árbitro de Benin, sino que además iba acompañado de un linier de Tailandia y otro de Vanuatu). Ivanov le hizo un favor ayer a López Nieto y le arrebató el récord de tarjetas mostradas en un partido, que lo ostentaba el andaluz desde el Mundial de 2002.
Ante esta fatal circunstancia, Luis Medina Cantalejo ya se ha encargado de que el nombre de España y del fútbol español se haga famoso en el Mundial. No podía ser que los Torres, Villa, Cesc, Xavi, Puyol, Luis Aragonés llevaran la voz cantante en este sentido y se llevaran las portadas de los periódicos. El árbitro español ha logrado la difícil meta de que ninguno esté contento con su actuación. Es verdad que expulsó de forma muy rigurosa a un futbolista sucio como Materazzi. Pero su forma de compensarlo, con un penalty que sólo vio él, ha sido cruel para Australia, que ya soñaba con la prórroga y que ha sido despertada de forma cruel en el último minuto del descuento. Después escuchaba en la radio que los periodistas españoles han sido prácticamente asediados por los compañeros de la prensa internacional para recabar información sobre Medina Cantalejo. Objetivo cumplido: mañana infinidad de periódicos de aquí y de fuera hablarán sobre el árbitro. Qué más da si bien o mal.
Pues no da lo mismo. Porque hemos de ser sinceros: si el "penalty" de Australia se lo pitan a España estamos hablando del árbitro hasta el siguiente Mundial, como ha sucedido en estos cuatro años con el tristemente célebre El Ghandour. Hace cuatro años, Italia fue sacrificada de forma ignominiosa por las actuaciones arbitrales. Primero, en la fase de grupos, dado que era el favorito para cruzarse con Corea, uno de los anfitriones, en octavos. Como no pudieron detener a los italianos entonces, pasaron directamente al Plan B: fusilarlos en el propio partido de octavos y, de paso, llevarse por delante a España en cuartos. Es decir, no hay un trato de favor a Italia pero tampoco debería buscarse una absurda compensación. Los errores arbitrales forman parte del espectáculo, pero Ivanov vio la entrada del defensor holandés y Medina estaba colocado de forma excelente para presenciar la jugada entre Neill y Grosso. Supongo que Poll sabrá que si un jugador recibe dos tarjetas amarillas en un partido debe ser expulsado. Y esos son los errores que se pueden cargar un Mundial. Los que entre todos debemos evitar para que no sucedan.
El detalle. Será una cuestión del destino pero este tipo de equivocaciones arbitrales en Mundiales perviven a lo largo del tiempo y dan lugar a paradojas. Ya han pasado 20 años pero aún recordamos el gol de Míchel contra Brasil en el Mundial de México que el colegiado anuló pese a que el balón sobrepasó la línea de gol. ¿Recuerdan la nacionalidad del árbitro? Australiana. Al señor Bambridge, la FIFA le sancionó a perpetuidad: no volvió a pitar un partido internacional. Veinte años después, un español le ha "hecho la pascua" a Australia. Si no fuera porque estoy seguro de que Medina Cantalejo ni se acuerda de la nacionalidad de Bambridge porque en este negocio está por dinero y no por afición, sería capaz de pensar mal y todo.
Considero también un regate del destino lo que le ha sucedido a Guus Hiddink. Hace cuatro años, dos nefastas actuaciones arbitrales le permitieron hacer historia y meter a Corea del Sur en semifinales del Mundial. Hoy, la negligencia de Medina le ha dejado fuera del Campeonato. En 2002 fue crítico con los jugadores españoles por los comentarios de éstos hacia El Ghandour. Por coherencia, debería olvidarse de Medina.
lunes, junio 26, 2006
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1 comentario:
¿Recuerdas hace poco una frase de un fifo o un uefo (tanto da) que dijo que esa era precisamente la grandeza del fútbol, refiriéndose a las polémicas?
No trato de ser retórico, sino de encontrar esa frase para ponerla en post como éste (jaja, al final sí que soy retórico, jajaja).
Saludos.
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