O la célebre ley del embudo: lo ancho para mí, lo estrecho para ti. Viene esto a colación porque, la verdad, uno se queda embobado viendo jugar al fútbol al Barcelona. Es verdad que hoy se enfrentó a un equipo menor, que se convierte además en mínimo cuando sale de su estadio, el Spyros Louis de Atenas. Pero aún así, es complicado trenzar el fútbol de ataque que hace este fantástico grupo de jugadores. Digno de admiración. Cuando un equipo juega así se produce una sensación paradójica en el buen aficionado: de repente, casi se olvida de qué equipo es. Cómo la tocan, cómo la roban, cómo se desplazan, qué manera de ocupar racionalmente el terreno de juego...
Es evidente que, ni habiendo tomado una piruleta en mal estado, como diría el Neng de Castefa, esperaría que alguien dijera que el Barça es un equipo prepotente. En todo caso, un equipo potente, sin el pre, que es muy diferente. Por eso, no puedo evitar sonreirme cuando miro atrás y recuerdo aquellos tiempos nada lejanos en los que el Madrid también jugaba que a uno se le caía la baba. Rememoro una retransmisión de Canal + desde el Estadio Letna de Praga en la que el narrador, Carlos Martínez, sin excesivas sospechas de madridismo, prorrumpió en alaridos rallanos en lo histérico: "¡¡¡señores, esto no es el Madrid, son los Harlem Globettroters!!!", después de una jugada en la que el equipo blanco mantuvo cerca de dos minutos la pelota en su poder sin que el inocente Sparta pudiera si quiera tocarla.
Pero no me olvido de mi sonrisa. Me sonrío porque recuerdo que de aquel Madrid se decía que era un equipo "prepotente". Sus figuras, por hacer diabluras en el campo, por divertirse jugando (como ha reconocido hoy el entrenador del Panathinaikos, el italiano Malesani) eran, a ojos de determinados observadores, unos "chulos". Lo decían, palabra de honor, hasta las señoras en el mercado (sin tener mucha pinta de entender de fútbol, más que nada porque eran incapaces de identificar a un sólo futbolista con su nombre).
Me sorprendió entonces y me sorprende ahora. Porque ahora nadie sale diciendo que el Barça es un equipo prepotente. Lógico. La situación normal es ésta, la de ahora. Lo anormal o paranormal era lo anterior. Jamás consideraré prepotente a Beethoven por componer la Novena Sinfonía ni a Wittgenstein por escribir su "Tractatus". Parafraseando al admirado Fernando Tejero, "hombre, un poquito de por favor".
jueves, noviembre 03, 2005
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