A comienzos de la década de los 10, la organización del Tour de Francia envió unos emisarios a los Pirineos para que comprobaran si la ronda gala podría transitar por aquellos caminos, que harían más espectacular el desafío. Los expedicionarios asistieron a una dantesca demostración de frío, nieve y viento huracanado por aquellos pagos, lo que hacía imposible el desarrollo de cualquier cosa semejante a una competición pero también confirmaron que ese escenario parecía diseñado especialmente para correr en bicicleta. Volvieron a París y dijeron: "no hay problema, el Tour puede llegar allí perfectamente". Y hasta ahora.
Quizá ya desde entonces, el ciclismo sea un deporte en el que la mentira ha estado presente casi por necesidad. Porque algo le tienes que decir a uno que se va a meter una paliza de escándalo en bicicleta para, en la mayoría de las ocasiones, no lograr absolutamente nada. Todos son conscientes de ello. Los directores deportivos juegan una continua partida de póker desde los coches y nunca dicen una verdad completa. Ni siquiera a sus ciclistas. Hay que jugar mucho con la psicología.
Sin embargo, los ciclistas sí se dicen la verdad entre ellos. Incluso en carrera. Si se preguntan cómo van, responden con toda sinceridad. Eso sí, si uno de ellos llega resfriado al hotel después de una etapa , el equipo se encarga de que nadie se entere. Cuentan que en el Mundial de Oslo 1993, bajo un tiempo de perros, el italiano Gianni Bugno se acercó a Miguel Indurain y le preguntó: "¿cómo vas? yo estoy fatal, me estoy muriendo de frío". El campeón navarro respondió: "yo también voy mal". Bugno le dijo: "mira, en esta vuelta me retiro, en cuanto pasemos por boxes". Indurain le respondió: "yo me bajo en la siguiente". Pero no lo hizo. Forzó la máquina y acabó segundo detrás de un tal Lance Armstrong. Esta es de las pocas excepciones que conozco.
El mundo del ciclismo está convulsionado por la noticia del positivo de Roberto Heras en la última ronda española. Todos esperan el resultado del contraanálisis, que se realizará el próximo día 21. Aunque no sé si decir que será mejor que salga positivo otra vez. Porque como el contraanálisis desmienta el primer test el lío puede ser morrocotudo. Y eso es lo que le sobra al ciclismo. Eso y tramposos, claro está.
La mentira siempre está fuera de la carretera. Es ahí donde hay que buscar a los culpables y a los tramposos. Los ciclistas tienen su cuota de responsabilidad pero, ¿hasta qué punto?
En 1982, un enorme ciclista abulense llamado Angel Arroyo se imponía en la Vuelta a España. (Por cierto, menuda tierra es Avila para la bicicleta: Julio Jiménez, Carlos Sastre, José María Jiménez, el "chaba", que en paz descanse). Sin embargo, un positivo en un análisis del control antidoping le dejaba sin título. Este fue a parar a las manos del segundo en la ronda, Marino Lejarreta, "el junco de Bérriz", que jamás se sintió orgulloso de "ganar" aquella carrera. Siempre destacaba sus etapas en el Giro, en el Tour, sus buenos puestos en la general de aquellas pruebas y que era el único capaz de correr las tres grandes y terminarlas en puestos delanteros. Y le solían decir: "bueno, y una Vuelta a España, ¿no?". Y él respondía: "esa Vuelta no es mía".
Hay que tener un cuidado extremo para que el caso de Roberto Heras no derive en otras guerras. De momento, algunos han puesto en marcha el ventilador y han empezado a sacudir a diestro y siniestro a todo lo que se mueve. Otros han aprovechado para ajustar cuentas pendientes con una figura controvertida como la de Manuel Sáiz, el director del Liberty Seguros, equipo en el que milita Heras, ahora suspendido de empleo y sueldo hasta que se resuelva este contencioso. Bastantes guerras tiene abiertas ya este maravilloso deporte pero al que cada vez le van a quedar menos defensores. Porque si a Lejarreta le produjo desazón que su triunfo en la Vuelta llegara así, me figuro cómo deben sentirse los aficionados. Por lo menos, estafados. Y eso que no pasan por taquilla.
jueves, noviembre 10, 2005
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2 comentarios:
Que dejen de buscar puertos de primera y especiales para enlazarlos todos en el mismo día aunque hagan falta 200 kilómetros de etapa y veremos si baja el dopaje.
No son humanas esas etapas. Por cierto, te has dejado, supongo que intencionadamente, tocar aunque fuera de refilón el supuesto dopaje de Armstrong (supuesto hasta que se demuestre lo contrario). Esa sí que sería una gran gran mentira.
Estoy a favor de etapas más humanas, en efecto, aunque lo fundamental es atrapar a los tramposos. Luego ya veremos si se pueden hacer esas etapas o no.
Lo de Armstrong coincide más que con un drama con un deseo de no verle triunfar. Hasta que no se demuestre lo contario, corre limpio. Puede que nos esté engañando a todos pero los controles son los que son y son para todos. Gracias por tu comentario.
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