Nada más lejos de mi intención que ser tremendista pero todo parece indicar que George Best está cerca de decirnos adiós para siempre. Con ser doloroso, no me inspira tanta lástima el hecho en sí -al fin y al cabo inevitable- como la forma. Según testimonios de los que le han visitado en el centro hospitalario donde se encuentra, Best es un saco de huesos envuelto en carne. El que fuera uno de los mejores futbolistas del mundo y todo un modelo que miles de jóvenes quisieron imitar se marcha por la puerta de servicio.
Puede que forme parte de ser una leyenda, pero ya son unas cuantas las glorias que desaparecen solas, abandonadas, arruinadas, alcoholizadas. Así ocurrió con el mejor extremo derecho del mundo, Manuel Francisco Dos Santos, al que todos conocemos por "Garrincha". Le adjudicaron tal sobrenombre, que en portugués quiere decir "pajarito feo", de niño, cuando sufrió la polio y los médicos pronosticaron que no podría caminar con normalidad. En realidad, nada de lo que hacía Garrincha era normal, sobre todo en un terreno de juego. Recuerdo haber visto imágenes de Garrincha, muy antiguas, de aquel Mundial de 1958 en Suecia. Fue el Mundial de Pelé, campeón con 17 años, pero sobre todo fue el campeonato de una delantera mítica: Garrincha, Didí, Pelé, Vavá y Zagallo. Y en esas imágenes se veía a Garrincha regatear; nadie lo ha vuelto hacer así. Le vi hacer cinco amagos consecutivos a un rival. Y el rival entró a los cinco. Y vi las imágenes repetidas. No era posible tal cosa. ¡Dios mío, es la sombra de Garrincha la que amaga el regate! Bicampeón del Mundo (1958 y 1962), elegido mejor futbolista del Mundial de Chile...
Sólo hubo un rival al que Garrincha no pudo amagar ni regatear: la vida, que lo trató mal desde que de niño lo convirtió en zambo y paticorto y de adulto en un alcohólico incurable, víctima de los engaños de cuantos desalmados quisieron aprovecharse de su débil carácter. Murió en 1983, enfermo, arruinado y olvidado.
La historia de Diego Maradona, al que también estuvimos a punto de perder recientemente, es más próxima y probablemente no será necesario relatarla. Sólo reflexionar sobre ella y quedarse con una frase suya, con lágrimas en los ojos, en la cancha de Boca, en la Bombonera: "me equivoqué". No quisiera dejar al margen al inolvidable Juan Gómez, Juanito, del que su compañero de vestuario Valdano escribió, el día de su homenaje póstumo: "tiene el corazón más grande que la cabeza". A Juanito los compañeros le llamaban "cabezón" en el vestuario; quizá fuera por el tamaño de su testa pero en el "alias" iba implícito un mensaje. Juanito, ejemplo de pundonor y coraje que sobrepasa las barreras del tiempo y el espacio, se empecinó en echarle pulsos a la vida, coqueteó con el juego, rompió sentimientos y dejó que en ese corazón tan grande que describía Valdano entrara "gente sin alma", como diría Sabina, que le arruinó en más de una ocasión. Contaba José María García que poco antes de firmar como entrenador del Mérida, Juanito tenía en casa un paquete de leche, una bolsa de magdalenas... y poco más. A Juanito se lo llevó la carretera una noche que nunca debió existir.
Y en medio, George Best. Rompió moldes en los 60, creó un estilo de futbolista, protagonista en los terrenos de juego y fuera de ellos. Best dormía de niño con un balón y le decía: "algún día harás todo lo que yo te diga". Y así fue. Y siempre estuvo rodeado de fans, sobre todo de fans femeninas. Probablemente fue uno de los primeros futbolistas "acosados". Se retiró demasiado joven, empujado por los excesos, aunque él siempre lo negó. Según recoge el antropólogo Desmond Morris en su libro El Deporte Rey (editado por Argos Vergara), Best siempre sostuvo que cuando las cosas no le iban bien siempre era bueno encontrar el refugio de las chicas y el alcohol. Ahora George Best se muere en un hospital, con el hígado muy castigado por los excesos, con denuncias por maltrato, con la imagen de ser un vividor a costa de las mujeres. En los 60 hizo honor a su apellido, fue "the Best" (el mejor). Llevó al Manchester United a su primera Copa de Europa, diez años después del maldito accidente aéreo de Munich. El considerado recientemente como el mejor deportista británico de todos los tiempos en una votación de 1.000 periodistas y personalidades relacionadas con este mundo se apaga. Elevemos una plegaria para que no aparezca dentro de poco en este blog otra entrada dedicada a "the Best". Sería muy mala señal.
miércoles, noviembre 16, 2005
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5 comentarios:
Parece claro que la condicion humana hace incompatibles la genialidad con la sensatez. O a lo mejor, el genial que es sensato parece menos genial.
Yo me inclino más por la incompatibilidad, aunque en estos casos también ha influido la mala suerte. La pena es que uno de sus rasgos comunes sea un final fatal, que hace que el público mire con algo de melancolía la obra de estos genios. Gracias por el comentario.
Parafraseando el primer comentario, me inclino por pensar que quien es sensato no puede ser genial, precisamente porque la sensatez ata en corto y no permite arriesgar. Si lo que digo fuera cierto, entonces cabría esperar que genialidad y un cierto amor al riesgo fueran unidos (riesgo en el sentido de ir más allá).
Lo que sí que está claro es que ser un crack en un campo no implica infalibilidad en otros terrenos de la vida.
En el fútbol los cracks revientan pronto, y muy jóvenes mueven grandes cantidades de dinero y notoriedad. Lo que sí que es infalible es que siempre aparece algun aprovechado.
Obradek ¿para cuándo una de anécdotas de Mágico?
Estoy de acuerdo con vuestros comentarios, aunque también cabría reflexionar sobre aquellos genios que no han tenido tantas excentricidades.
En cuanto a la sugerencia de Pepis, recojo el guante, aunque no conozco mucho al respecto. Debe ser todo un mundo aparte Mágico González. Pero alguna contaremos. Las puedo unir a otras de otros craks dentro y fuera del campo. Gracias por vuestros comentarios y sugerencias.
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