viernes, noviembre 25, 2005

Damocles en el banquillo

Normalmente, las medias tintas no suelen conducir a buen puerto. Damocles y su espada son malos compañeros para un entrenador en el banquillo porque, lejos de agudizar su ingenio, le acobardan y hacen que surja el instinto de conservación que cada persona llevamos dentro.
El Real Madrid se equivoca gravemente con su actitud ante el entrenador Luxemburgo. O le quita toda la confianza y le destituye o le deja que termine la temporada a su ritmo, con sus ideas, con sus sistemas. Pero por el camino de enmedio (la ratificación, casi siempre presagio de la destitución) nadie sale ganando.
Hay un método prácticamente infalible para saber si un entrenador está bajo presión: inevitablemente empieza a hacer "cosas raras", esto es, cambiar a los futbolistas de posición, ensayar sistemas inéditos en partidos cruciales, volver loco a un jugador durante un partido situándole en diversas demarcaciones, hacer los cambios mal y a destiempo. En definitiva, actuar impulsado no por el libro del fútbol sino por el de las urgencias, por el manual de primeros auxilios.
Obviamente, Luxemburgo metió en el campo a Míchel Salgado el pasado miércoles para amarrar el empate. Que nadie piense otra cosa. Desde su ingreso en el campo, Sylvain Wiltord estaba volviendo loca a la defensa merengue con sus incorporaciones por la banda izquierda. Por allí llegó el fabuloso gol del empate, marcado por Carew. Y Luxemburgo se temió lo peor, esto es, que por aquella banda también llegara su finiquito y su destitución.
Decisiones como éstas se toman bajo presión, para asegurar el puesto de trabajo. Pero quedó patente que no sirven para mejorar el rendimiento del equipo ni tampoco para que el público se quede satisfecho. Lo único que consiguió fue que dejara de salirse el agua por la cañería. Pero Luxemburgo sabe que si quita de nuevo el dedo, proseguirá manando a borbotones.
¿Qué necesidad hay de "ratificar" al entrenador? ¿Quiere eso decir que alguien le ha puesto en duda? Parece obvio. Las portadas de los diarios deportivos le ponen directamente en la calle. Y luego la afición se quejará de que el equipo juega con un estilo demasiado defensivo. Con el entrenador bajo presión siempre será así. Luxe nunca se va a ver lo suficientemente presionado como para dejar el cargo porque ha estado en el banquillo más difícil del fútbol mundial: el de la selección brasileña. Pero no deja de ser humano y cuando se ve en peligro empieza a hacer "cosas raras", precisamente como en la selección, cuando se vio con el agua al cuello y buena parte del país empezó a pedir su relevo (en Brasil, el fútbol es cuestión de Estado y no se trata de una frase hecha).
Llegó el momento de que alguien en el Madrid tome una decisión. Después se juzgará si es acertada o no. Que siga o que se vaya. Pero mientras tenga la espada encima de su cabeza que no le extrañe a nadie cambios como el del miércoles.

2 comentarios:

la aguja dijo...

Hay un axioma en gestión que reza: "lo urgente es enemigo de lo importante". Creo que se puede aplicar a la gestión deportiva de un equipo como la que hace un entrenador. Lo urgente es conservar el puesto...

Aunque sigo sin ver... Un entrenador de esta categoría que se apega a un banquillo. ¿Es que no ha visto a principio de temporada la que le venía encima?

Nadie habla del vestuario del R.Madrid. Personalmente creo que aquello es un duelo de egos.

Alguien definió hace muchísimos años un combate (me refiero a combates como boxeo, kickboxing) como un duelo de voluntades.

Un duelo de egos y un duelo de voluntades viene a ser lo mismo. En ese ambiente de combate no es muy agradable permanecer en el medio. Y un entrenador está en el centro del vestuario.

OBRADEK dijo...

Creo que un entrenador no considerará prioritario mantener su puesto siempre y cuando no le den señales o le mandan mensajes de que corre peligro. La gente no trabaja sólo para mantener el puesto pero si le dan un toque de atención comenzará a ser más prudente
El vestuario de un equipo grande es siempre un duelo de egos. Pero hay entrenadores que los saben asumir y creo que Luxemburgo no ha dado muestras de lo contrario. En muchos vestuarios hay problemas pero sólo subyacen cuando las cosas van mal, lo que no deja de tener un punto de lógica. Gracias por tu comentario.